Somos, en fin, tan emocionales y tan poco críticos que además de dividirnos solamente entre "buenos" y "malos", ahora está de moda dividirnos entre "petristas", "uribistas", "fiquistas", "fajardistas"... Los de cada bando ven al resto como los malos del paseo, o los ciegos, o los sordos y la única forma posible de “conversación” es la de atacar al que piensa diferente con todo tipo de insultos. Uno entra a twitter y eso parece una batalla campal de improperios que van y vienen, algunos más virulentos que otros.
Estamos espantosamente divididos, triste y gravemente divididos, pero no
solo por culpa de los candidatos presidenciales; en especial, no es solo culpa
de Petro o de Uribe. No, ellos no son los únicos que nos dividen. Ellos
plantaron las semillas del odio, de la sordera y de la des-unidad, pero nosotros
nos hemos encargado de regarlas, alimentarlas y hacerlas crecer, cada vez más,
cada día con más pasión.
Estamos divididos porque es parte de nuestra cultura, desde Bolívar y Santander, la
que nos han inculcado desde hace muchos, muchos años. Una cultura desgastada en
la que solo existen buenos y malos, católicos o cristianos y todos los demás, ladrones y
honestos, conservadores y liberales, o, los de izquierda y los de derecha. Esta
es una mirada demasiado estrecha de nuestra inmensa riqueza como nación. Una riqueza compuesta
de una gran biodiversidad, pero también de indígenas sabios y afro descendientes cultos
y alegres, de mestizos diversos, pujantes y solidarios, de gente buena.
Somos mucho más que una ideología, que grupos categorizados según unos
adjetivos estigmatizadores. Tenemos la posibilidad de ser grandes, de hacer de
éste un país mejor, pero preferimos engarzarnos en peleas infinitas, en lugar
de construir. Así somos. Queremos a toda costa tener la razón y con frecuencia,
pase lo que pase, digan lo que nos digan, de ahí no nos movemos. Preferimos
nuestras razones a reflexionar sosegadamente, o peor aún, preferimos tener razón a los abrazos, a los besos, a las charlas intelectuales o a
una velada de guitarras y canciones entre amigos que piensan diferente. ¿Usted qué piensa?
En estos momentos de tanta tensión, no
vemos que cada persona, aunque no la conozcamos más que por sus “post”, es más
que eso, es decir, es más que una "ideología" o postura política que
se exacerba cada cuatro años. Cada persona es una historia que merece ser
contada y escuchada, no importa si es antiuribista o antipetrista… La historia
de cada uno tiene aristas más importantes, más bellas, más dicientes que esos
adjetivos de moda, que, por el significado que encierran, llaman más bien a encender una
guerra de pandillas, y no logramos ver que detrás de la máscara, de la rabia o del resentimiento, también hay alegrías y dolores.
Cualquier que salga elegido, lo más
seguro, es que nos decepcionará y, eso sí, segurísimo, habrá muchos
descontentos, otros a quienes les parecerá bien y celebrarán, y otros a los que
nada les importe. Quien quiera que salga elegido, montará finalmente el
"show" según las circunstancias, según sus deseos y siguiendo el
juego mezquino de la política (la política mal entendida). Quizá algunos más que
otros, pero todos son iguales, hasta que no se demuestre lo contrario.
Así que, propongo, ingenuamente, que en
lugar de esas etiquetas, nos pongamos todos la camiseta principal: la de ser orgullosamente Colombianos. ¿No sería
mejor?
Ahora bien, sin duda, debemos tomar un
decisión, cada uno la que crea más sensata; igualmente estamos llamados (todos
y todas) a participar en política, pero de manera proactiva y constructiva, desde
la perspectiva de una democracia relacional participativa, buscando crear
puentes en lugar de murallas.
Qué tal si mejor apostamos por la Concordia Nacional.
Busquemos los acuerdos, más que las diferencias. Y que Dios nos guie en este
momento decisivo de nuestra historia.
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