31 de enero de 2022

¿Y qué es realmente la libertad?


¿Pero, qué es eso que llaman libertad? Dicen los filósofos que responder a esta pregunta es esencial para entender mejor el arte de vivir mientras estamos de paso por este mundo. Sin embargo, debo admitirlo, me es difícil dar una respuesta certera a esta pregunta. La idea que expresa Albert Camus en esta imagen que encabeza estas líneas se acerca, en buena medida, a la idea que yo mismo tengo de lo que es la libertad. 

Contrario a lo que mucho suelen creer, la libertad no significa ausencia de límites y menos aún, ausencia de responsabilidades. No, la libertad, para mi, es una cualidad compartida por el espíritu y la mente de una persona que le permite ser lo que desea ser en este mundo, consciente de que su existencia puede y debe tocar la de otros y la de otras para bien de todos y todas, o al menos para bien de quienes le están más cerca. Así mismo, creo que la libertad es un regalo y a la vez una conquista diaria. 

En esta época de la hiperinformación y le hiper-conexión, es más difícil ser realmente libre. Resulta muy fácil dejarse llevar por cualquier idea, imagen o slogan con el que uno crea que se identifica, pero sin tener tiempo de pensar por qué. Tampoco resulta fácil tener una verdadera libertad de pensamiento cuando todo el día te están bombardeando con ideas de todo tipo, en su mayoría expuestas para que uno termine pensando de una sola manera o creyendo que las mentiras son verdades y, peor aún, que algunas verdades son mentira. Los poderes económicos y políticos de cada país y otros trasnacionales quieren hacernos pensar de una determinada manera y, sobre todo -esto es muy importante-, que no nos cuestionemos sobre si eso que están diciendo es verdad, o por lo menos si realmente es lo mejor para todos. En el mundo de hoy, cuestionar y cuestionarse es una acción, en muchos casos, arriesgada. Pero si no somos capaces de conquistar nuestra propia libertad de pensamiento, basada en la razón, en un conocimiento medianamente amplio de la historia humana y en el autoconocimiento, difícilmente lograremos ser dueños de nuestro propio destino y dejar una huella de bondad en este mundo. 

Es importante subrayar que tener libertad de pensamiento no significa, en absoluto, pensar distinto a como piensa todo el mundo. No, de eso no se trata. Se puede ser libre y al mismo tiempo pensar igual que otros, pero por voluntad propia, una voluntad consciente y apoyado en argumentos solidos. Esto implica, necesariamente, que quien es libre en el pensar puede estar en desacuerdo con otros muchos, pero no por ello los desprecia, ni evita un diálogo a fondo con sus contradictores. No, quien es libre, sabe dialogar y por ende sabe escuchar y respetar a quien piensa distinto. Bueno, todo tiene sus límites. Es necesario saber cuándo no merece la pena dialogar. Como dicen por ahí, es mejor estar en paz que tener la razón. Esto daría para otra larga reflexión.  

La libertad de espíritu es una conquista, me atrevería a decir, más alta que la libertad de pensamiento, aunque las dos, en el fondo, van de la mano. Una persona libre de espíritu vive en paz consigo misma, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Esto es lo que todo ser humano desea en el fondo de su corazón, aunque no siempre sea consciente de ello. Si resulta difícil hoy en día ser libres de pensamiento, más difícil todavía resulta ser una persona libre de espíritu y por ende, feliz. 

Ser libre de espíritu no significa ser distinto a todo el mundo y mucho menos creer que se es superior a otros. No, en absoluto. Cada uno puede ser libre a su manera, siempre y cuando entienda que su libertad se interrelaciona con la libertad de otros y que esas libertades merecen respeto. Y si en el camino te encuentras personas que no son libres, atormentadas o esclavizadas por algo o por alguien, tu deber (asumido libremente), como ser humano, es ayudarlo o ayudarla a conquistar su propia libertad, o por lo menos darle una voz de aliento, mostrarle un camino, claro si el otro o la otra quiere dejarse ayudar. De nuevo, todo tiene un límite. Hay ocasiones en que realmente vale dar la vida por el prójimo (o por los prójimos); otras veces no. Aquí se necesita el don del discernimiento.  

¡Ah! ¡Bendita libertad!  

Para cerrar esta breve reflexión, te dejo con esta formidable frase de Cervantes, que a pesar de todos los años que han pasado desde cuando fuera escrita, no pasa de moda, ni pasará.   


¿Eres libre? ¿Somos libres?

10 de enero de 2022

Que el olvido no me alcance demasiado pronto

 "El olvido que seremos"

Héctor Abad Faciolince

Un libro que todo colombiano debería leer.


Rara vez cuando termino de leer un libro le doy la vuelta y me quedo mirando la portada. Menos usual es que lo deje sobre mi escritorio por varios días. Esto justo me ha pasado con este libro, "El olvido que seremos", del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, un libro autobiográfico centrado en la figura de su padre, Héctor Abad Gómez. 

Al terminar de leerlo no quería soltarlo, no quería dejarme arrastrar por el olvido. He tenido la posibilidad de leer muchos libros, sin querer decir con ello que sea el más ávido de los lectores, ni mucho menos. No, estoy muy lejos de serlo, pero, para el infortunado promedio que tenemos en Colombia, pues lo cierto es que estoy bastante por encima de la media. No obstante, nunca había hecho algo así, es decir, leer las últimas líneas, buscando algo de esperanza, de consuelo o alguna explicación plausible, llegar al punto final, y luego voltear el libro para quedarme un buen rato mirando la portada, tratando de entender el dolor de quien lo escribió y el de su familia, pero no es posible.   

El olvido que seremos tiene el poder de contener entre sus líneas llenas de anécdotas y de reflexiones, todos los sentimientos posibles: la alegría, el dolor, la rabia y el asco, el miedo, la incertidumbre. Y dentro de una misma historia llena de emociones contradictorias, quizá con apenas unas líneas de distancia, nos hace viajar entre carcajadas, lágrimas, sonrisas, actos de caridad concreta, injusticias, verdades crudas y amargas, calumnias, injurias sin sentido, diversas formas de ver y vivir la existencia... 

En fin, este libro es la historia de una vida, la vida de un gran hombre, un gran esposo, un gran padre, un inigualable ser humano, con sed de verdad y de justicia, que pasó por esta tierra con un deseo enorme de hacer el bien y que por eso mismo, un nefasto día del año 1987, unos sicarios le cegaron la vida (¿por cuántos pesos?)  contratados por uno o varios dementes, de esos que ostentan el poder (económico y/o político) en nuestro país. Al día de hoy poco o casi nada se sabe sobre quién lo mandó matar.  

Para mí, Héctor Abad Gómez, es más que un nombre de una larga lista de mártires de nuestra patria, es un símbolo que representa lo que estamos llamados a ser como ciudadanos y por lo mismo es un nombre y una vida que no puede caer en el olvido. De la misma manera que los libros de historia y la cultura popular han logrado perpetuar a personajes como Antonio Nariño, Francisco de Paula Santander, Simón Bolívar o Policarpa Salavarrieta, tendríamos que crear un libro, un museo y un monumento con los nombres y las historias de los cientos y cientos de compatriotas que han muerto a causa de la violencia, y muy especialmente de aquellos que han muerto por decir la verdad y por buscar la justicia, como, por ejemplo, Guillermo Cano, Guillermo Gaviria Correa, Álvaro Gómez Hurtado y Luis Carlos Galán, por citar apenas cuatro ejemplos de algunas figuras emblemáticas... 

Infortunadamente la lista es enorme, pero no por ello podemos dejar todos esos nombres a la suerte del olvido. Debo admitir que la memoria no alcanza para tanto, ni un corazón medianamente compasivo lograría custodiar tanto dolor. Pero todas esas vidas merecen un recuerdo más allá del que sus propias familias puedan alargar en el tiempo. 

Como quiera que sea, los libros tienen el poder de sobresaltar los límites del calendario y algunos perpetuar una vida o varias vidas más allá de una o varias generaciones; eso es justamente lo que logra este libro de Héctor Abad Faciolince, en el que nos cuenta la historia de un hombre entrañable, su padre, y a través de esa vida, nos cuenta también la dolorosa historia de Colombia, la misma que nos sigue marcando hoy y de cuyo influjo perverso aún no logramos salir. Las causas y las consecuencias de ello aún están por descubrirse; algo sabemos, sin  duda, pero no todo, ciertamente. 

Por ahora, mientras nos llega a cada quien el día de despedirnos de este mundo, hagamos todo lo posible para que el olvido no nos alcance, que la violencia y la injusticia no nos roben la esperanza, y vivamos cada día, hasta donde sea posible, como si fuera la última oportunidad que tenemos para vivir en paz, para sembrar la concordia

Yo creo que leer si puede hacernos mejores personas... claro que eso depende de cada quien.   


In Memoriam.

2 de enero de 2022

La edad no importa

 Este año, 2022, cumpliré la "tierna" edad de 55 años. El 2021 estuvo lleno de retos y de oportunidades que colmaron mis días de una forma única. Me hice independiente a tiempo completo y me sentí mucho mejor conmigo mismo. No obstante, el esfuerzo no siempre dio los frutos económicos que yo esperaba y deseaba. A eso contribuyeron muchas cosas: el tipo de trabajo que hago no es muy bien pago en Colombia, la bendita procrastinación (ahora estoy trabajando en eso), me desanimaba cada vez que mi cuenta bancaria volvía a estar en el límite, me faltó organizar mejor mi trabajo y me dejaba distraer por cosas sin mayor importancia (de nuevo, la procrastinación). Pero todas esas fallas son un insumo para aprender y hacer cada cosa mejor de ahora en adelante. 

Entre las subidas y bajadas propias de la vida, puedo decir que sin duda alguna el 2021 fue un buen año. De verdad que sí. Hay testigos de que así fue, empezando, antes que nada, por mi bella esposa y mis tres adorables hijos que sufrieron más de una vez mi falta de organización y mi "semi-adicción" al trabajo. Pero hubo resultados tangibles. Gracias a eses trabajo duro pudimos darnos una vacaciones a mitad de año en Coveñas y poco antes de terminar el año puede darme el gusto de invitarlos a un buen restaurante (no de lujo, solo un buen restaurante) a comer algo diferente y fui yo quien pudo pagar la cuenta. Eso se siente bien, sobre todo cuando no has podido hacerlo en más de una década (creo que no exagero diciendo esto).

¿Y ahora qué? El 2022 se abre con más incertidumbre que el 2021, pero con un montón de ideas para llevar a cabo por mi cuenta, más allá del trabajo que desarrollé durante el año que acaba de terminar; asesorías de tesis, corrección de estilo, redacción de contenido, coordinar la elaboración de contenido de un curso virtual sobre liderazgo e inteligencia emocional, algunas clases particulares de inglés y matemáticas, reescribir un par de tesis... Y lo mejor, todas las personas a las que apoye en sus proyectos quedaron satisfechas y más de una elogió mi trabajo. Eso se siente realmente bien y pesa más que lo poco o mucho que haya ganado económicamente en cada encargo. Aprendí a creer en mí mismo, en mis capacidades, en mi potencial. Aprendí que aunque haya retos para los que no me sienta preparado, con coraje, optimismo, perseverancia y fe en Dios y en mí mismo, puedo salir adelante. 

Por ahora, no hay nada fijo a la vista, pero sé que llegará. Y además, están esos proyectos aplazados que quiero concretar en el 2022. No los escribo aquí porque la vida, ahora más que nunca, te puede deparar tantas sorpresas y no quiero sentirme frustrado en algún momento por no cumplir todos mis objetivos. Pero los tengo ya anotados. El primero, si lo voy a escribir aquí porque ya he empezado a trabajar en ello: superar la procrastinación, mejorar la autodisciplina y volverme más productivo.

Sé que la edad no importa para tener nuevos sueños y luchar por ellos. Historias que lo verifican hay más de una. Hay nombres legendarios en esta lista: Harland D. Sanders (el fundador de KFC), Ray Kroc (el que expandió McDonald's), Louise Hay (reconocida escritora y conferencista sobre temas de autoayuda). Pero hay ejemplos quizá menos conocidos y más contemporáneos, como los reportados en la página web de ARRP, en un post titulado: "Ricos después de los cincuenta", donde cuenta las historias de personajes que no ocupan primeras planas, pero que han encontrado un camino de autorrealización y de gran bienestar económico después de los cincuenta. La lista presentada en ese artículo incluye los siguientes personajes: Franny Martin, creó un negocio de distribución de galletas a los 56 años; Jeffrey Nasch, creo un caminador para bebés a los 56 años; Carol Gardner, creo una marca novedosa de tarjetas de felicitación (Zelda) a los 52 años; Mary Tennyson, diseñó una cartera especial para personas mayores que necesitan usar caminador, a los 68 años; y otras más, (puedes ir al sitio web que te indiqué antes y seguir leyendo). 

Si quieres conocer a otras personas que han cumplido sus sueños después de los cincuenta te invito a leer este artículo de "El Tiempo": ¡Nunca es Tarde! 

Subrayo que la meta no es hacerme rico, sino ser mejor cada día y afrontar con optimismo y entusiasmo cada nuevo reto que se me presente. 

En síntesis, la edad no importa, sólo basta tener un sueño, una ilusión para levantarte cada día y decir: "Hoy será un gran día". Yo lo creo, de verdad. Si tienes una experiencia similar a estas, sería genial que la compartieras en los comentarios de esta entrada. 

Gracias por leerme. Y ¡UN FELIZ Y PRÓSPERO AÑO 2022!


      

Tranquilidad interrumpida. Cuento.

    La tranquilidad interrumpida Era el último sábado de marzo, por la tarde, cuando sonó, tímidamente, el timbre de su apartamento...