La paz, todo un camino por recorrer
A medida que pasan los días,
después del plebiscito, resulta más difícil y complejo entender la situación
actual de Colombia. Aunque haya ganado el NO (por un estrecho margen), aquí no
hay en realidad ni vencedores ni vencidos; en cambio sí hay unos cuantos
perdedores, y algo -o quizá mucho- de zozobra, de incertidumbre, de
incredulidad, sensaciones que se entremezclan confusamente con otras de
esperanza, incluso de optimismo, y sobre todo con un deseo más genuino de salir
adelante.
De lado y lado se dicen muchas
cosas, se habla todavía con cierta carga emocional y seguimos empantanados en
discusiones –algunas triviales, otras más profundas- que en principio no llevan
a ninguna parte, y sólo consiguen ahondar más las heridas que ya tenemos como
nación y aquellas que cada uno pueda tener en su fuero interno. Y sobre el
hecho, los partidos políticos y los medios de comunicación siguen engañándonos
y perpetuando las mentiras y la farsa, ya sin el más mínimo disimulo.
En medio de tanta
desinformación, un aspecto que causa una extraña impresión es, desde mi
perspectiva, la postura de un cierto grupo de los que votaron por el SI, en la que se vislumbra un cambio
abrupto de parecer, como si la aparente y además exigua “derrota” les hubiera
cambiado el deseo de paz por uno de total desesperanza. En ciertos comentarios
que se leen en las redes sociales pareciera que ya no quieren la paz, se
sienten vencidos y prefieren perpetuar la división. Sin duda muchos de los que
manifiestan su dolor y su impotencia de forma poco asertiva, lo hacen con la
mejor intención, pero igual llevados por el dolor y por la rabia, lo que en
últimas no conduce a una meta más clara y más segura de la que pretendíamos
lograr con el plebiscito. Claro que los promotores del NO tampoco se quedan
atrás con sus comentarios a veces llenos de ironía, de egoísmo, y de razones no
siempre bien sustentadas.
En todo
el mundo y también dentro de la misma Colombia muchos nos seguimos preguntando:
¿cómo es posible que haya ganado el NO? Pareciera un sinsentido. Sin embargo,
como lo ha dicho Antanas Mokus, es una nueva oportunidad para aprender. No la
podemos desaprovechar. De hecho, me parece que son muchos los que estamos
empezando a despertar y a darnos cuenta de la magnitud real de nuestros
problemas. Como lo ha dicho acertadamente, hace ya algunos días, el padre
Francisco de Roux (*):
“Tenemos que aceptar con realismo y humildad que debemos revisarnos. Quizás no nos habíamos aceptado crudamente como parte del problema, y precisamente porque somos parte del problema, de la crisis, se acrecienta hoy nuestra responsabilidad de ser parte de la solución.
Este es el momento de oírnos, comprendernos y reconciliarnos con quienes por razones sociales, políticas, institucionales y éticas, piensan distinto. De aceptarnos en nuestras diferencias. De revisar desde todos los lados qué es lo que cada quien tiene que cambiar, para que todos seamos posibles en dignidad en una paz que nos traiga la tranquilidad a todos y a todas”.
(*) Tomado de: (https://lapazquerida.wordpress.com/author/lapazquerida/)
Sí, no me cabe duda de que hay una gran lección para aprender en todo
esto. Como persona de fe que he sido y que soy, veo también en esta paradoja la
mano de Dios. No quiero con esto crear polémica, ni herir la susceptibilidad
de quienes no creen, pero verlo así me da cierta paz. De cualquier manera,
una pregunta central que debemos hacernos ahora es esta: ¿seremos capaces de
asumir el reto, unirnos como nación y lograr la paz? Yo espero que
sí.
Ahora bien, para ir adelante, me parece que es necesario entender con
precisión qué fue lo que pasó y por qué llegamos al resultado que obtuvimos en
este plebiscito (50-50). Sobre esto se ha dicho mucho y seguramente se seguirá hablando y hablando y discutiendo.
Entre las principales causas que veo en este
momento están las siguientes:
a) El engaño cada vez más evidente que hubo de parte y parte, las amenazas y las mentiras que esgrimieron –y que abundaron sin medida– tanto los principales defensores del SI, como los del NO.
b) Muchos ciudadanos no tuvieron el tiempo suficiente para leerse las 297 páginas y poder juzgar con criterio lo acordado. El no darnos el tiempo suficiente para leer con juicio crítico fue una evidente estrategia del gobierno...
c) Otros muchos, infortunadamente, no saben leer con un adecuado pensamiento crítico (ésto no por falta de inteligencia, sino por falta de oportunidades) y por tanto no podían votar a plena conciencia.
d) El miedo a un panorama desconocido.
e) La desinformación que se dio en diferentes niveles.
f) La falta de objetividad de los medios de comunicación, en su mayoría tristemente vendidos al gobierno.
g) El ego y la arrogancia de algunos políticos que pensaron (y siguen pensando) primero en sus intereses.
h) Por supuesto las castas políticas de este país que siguen haciendo con el pueblo, es decir con nosotros, lo que les plazca.
i) Y la inexplicable apatía y la indiferencia de una enorme cantidad de personas que se abstuvieron de votar en un día tan crucial como lo era este pasado 2 de octubre.No estábamos votando por un candidato, estábamos votando por el futuro de Colombia…
Sería muy importante poder entender con objetividad y buen juicio crítico lo que ese 62% de la población piensa con respecto a los acuerdos y las razones por las cuáles se abstuvieron de votar...
a) El engaño cada vez más evidente que hubo de parte y parte, las amenazas y las mentiras que esgrimieron –y que abundaron sin medida– tanto los principales defensores del SI, como los del NO.
b) Muchos ciudadanos no tuvieron el tiempo suficiente para leerse las 297 páginas y poder juzgar con criterio lo acordado. El no darnos el tiempo suficiente para leer con juicio crítico fue una evidente estrategia del gobierno...
c) Otros muchos, infortunadamente, no saben leer con un adecuado pensamiento crítico (ésto no por falta de inteligencia, sino por falta de oportunidades) y por tanto no podían votar a plena conciencia.
d) El miedo a un panorama desconocido.
e) La desinformación que se dio en diferentes niveles.
f) La falta de objetividad de los medios de comunicación, en su mayoría tristemente vendidos al gobierno.
g) El ego y la arrogancia de algunos políticos que pensaron (y siguen pensando) primero en sus intereses.
h) Por supuesto las castas políticas de este país que siguen haciendo con el pueblo, es decir con nosotros, lo que les plazca.
i) Y la inexplicable apatía y la indiferencia de una enorme cantidad de personas que se abstuvieron de votar en un día tan crucial como lo era este pasado 2 de octubre.No estábamos votando por un candidato, estábamos votando por el futuro de Colombia…
Sería muy importante poder entender con objetividad y buen juicio crítico lo que ese 62% de la población piensa con respecto a los acuerdos y las razones por las cuáles se abstuvieron de votar...
Ahora flota en el ambiente una pregunta incómoda para todos: ¿Pusimos en
peligro el futuro de las próximas generaciones? En mi opinión es mejor no precipitemos
a responder a esta pregunta, ya nos lo dirán con mayor certeza el tiempo y la
historia que escribamos de hoy en adelante. Esforcémonos por escribir unas
páginas nuevas que permitan generar una respuesta esperanzadora a este
interrogante.
Por otro lado, hay que decirlo,
también se vislumbran algunos factores positivos, elementos que quizá nunca antes
habían salido a relucir en una contienda política en nuestro país, como por
ejemplo: el pueblo (aunque en una preocupante minoría) se pronunció, poniendo
en evidencia la división interna y profunda que tenemos, y también dejó claro
que el diálogo de cuatro años no fue suficiente, que –al parecer– es necesario
ir más a fondo y dar cabida a otros sectores que durante el proceso no tuvieron
ni voz, ni voto; ganó la democracia, el gobierno de turno no manipuló los
resultados a su favor (o al menos así parece…). Por otro lado, no podemos
desconocer que en los días previos al 2 de octubre hubo muchos debates
interesantes y de altura en los que se pudo observar un agudo pensamiento
crítico constructivo de todos aquellos que quisieron y pudieron aportar, de una
manera sana, sensata y amable, a la discusión. Lástima que esos debates se desarrollan dentro de unos pocos círculos privilegiados. Por lo demás, dejemos de lado todo lo que no
fue constructivo, que por desgracia abundó más que los argumentos serios. Desde mi punto de vista hubiera sido mejor para todos alargar
un buen tiempo más el debate de argumentos bien sustentados y bien presentados, antes de ir a
las urnas. Quizá por eso ganó el NO... Aunque no sea el resultado que muchos
esperábamos, éste se dio porque en el fondo sentíamos (unos más que otros) que
necesitábamos algo más de tiempo para tomar a conciencia una decisión tan
trascendental para todos. Adicionalmente, ahora, en esta etapa del
post-plebiscito se siguen dando debates de mucha altura e invitaciones, de lado
y lado, a construir entre todos, con mayor convicción y compromiso, esa paz tan
anhelada. Ahora nos sentimos más unidos como nación en la búsqueda de un propósito común. Esto último es para mí lo más positivo de todo.
Quiero creer que lo vamos a lograr, si sabemos sortear, como pueblo,
este momento, si abrimos nuestros corazones al perdón y a la reconciliación, si
todos deponemos nuestras armas en aras de lograr una convivencia más armoniosa,
y decidimos, con vehemencia, que merecemos una oportunidad de construir un
nuevo país, incluso una nueva identidad más clara y definida, si desaprendemos
nuestra forma egoísta de ver la vida y empezamos a educar y a educarnos en
saber poner siempre el interés común por encima de los propios intereses, si
los líderes políticos dejan de lado sus interese personales y se sientan a
trabajar –de verdad- por el país, si los dirigentes y miembros de las FARC
saben permanecer en su posición de dejar las armas, de apostarle a la paz
(cueste lo que cueste) y hacer una política seria y constructiva. Una opción
que también se abre paso, poco a poco pero aún con mucha reserva, es la de
buscar nuevos líderes capaces de encausar todas las fuerzas positivas que están
surgiendo hacia la meta común de construir una paz legítima, estable y duradera.
Si todo esto se da entonces veremos renacer
un futuro más luminoso y esperanzador.
El reto que tenemos por delante no es sencillo, por el contrario,
parece un camino cuesta arriba en el que para llegar a la cumbre tendremos que
hacer enormes esfuerzos porque además no es suficiente que unos pocos lleguen a
la meta, sino que debemos llegar todos. Y tenemos que llegar unidos como
nación, realmente orgullosos de ser lo que somos, unidos sin renunciar a
nuestras diferencias, unidos aceptándonos como somos, una nación pluricultural,
capaces de debatir nuestras ideas pero sin pretender convencer a nadie, sólo
esforzándonos por entender y por descubrir más lo que nos une, que lo que nos
separa.
Empecemos desde ya a construir ese futuro que soñamos, cimentándolo en
un presente en el que brillen los mejores valores de nuestros antepasados, los
mejores logros de las últimas décadas, y las mejores promesas del
futuro.
Invito, desde este pequeño rincón, a todos los jóvenes que ahora están
marchando por la paz en tantas ciudades de Colombia a no desfallecer hasta ver
culminado en su totalidad este proceso, es decir hasta tanto no cese el
conflicto armado definitivamente, y hasta que por fin, tanto los guerrilleros
de las FARC como del ELN no hayan dejado las armas, se hayan desmovilizado y se
incorporen a la vida civil como constructores, también ellos, de una nueva
Colombia. En síntesis, para todos los que soñamos con la paz, no agotemos los esfuerzos, ni las estrategias, ni las posibilidades que tengamos para alcanzar la meta que anhelamos hoy con más fuerza que nunca.
Jaime Borda Valderrama
PhD en Ciencias Sociales de
la Universidad Pública de
Navarra