La situación que vivimos en Colombia es bastante preocupante, por decir lo menos. Las noticias, de todos los colores y sabores, van y vienen de un lado para otro, aparentemente con el único ánimo de confundir y crear caos. No todas, por fortuna, pero si son muchas las que hacen daño. Las fake news pululan como moscas y lo peor es que un porcentaje muy alto de la población (quizá cercano al 100%) cae (caemos) en sus garras. Infortunadamente vivimos en una cultura en la que los hábitos de cuestionar, dudar e investigar no existen. Es más, suelen primar las emociones sobre la razón, los odios sobre las ideas y los amores obnubilados sobre los hechos reales.
Aunque muchos no estarán de acuerdo con mi postura (lo sé y lo acepto) creo, cada vez con más convicción que vamos camino a una dictadura. Muchos no quieren verlo, pero, infortunadamente, es la realidad. Nuestra democracia está más frágil que nunca.
El panorama es más bien sombrío, terriblemente oscuro, a decir verdad. Existe una élite política con mucho poder bélico y económico que está dispuesta a todo con tal de quedarse en el poder. Y en esta élite no solo están los perversos clanes políticos que se creen amos y señores de la tierra, sino también los grandes magnates colombianos (que son muy pocos) y, por supuesto, los narcotraficantes que no pueden permitir que alguien con principios morales venga a acabarles el negocio.
Contra este astuto y tenebroso poder hoy se alzan cientos, miles de voces, de un lado y de otro, gritando: "YA NO MÁS", "YA NO MÁS VIOLENCIA", "YA NO MÁS ODIO", "YA NO MÁS CORRUPCIÓN", "YA NO MÁS INJUSTICIAS", "YA NO MÁS". "QUEREMOS PAZ, DE VERDAD", "QUEREMOS UN NUEVO PAÍS", "QUEREMOS LIBERTAD".
Pero esas voces no le caen bien a todo el mundo y por eso las quieren hacer callar. Por fortuna, esas voces están decididas a seguir gritando, cueste lo que cueste. Ruego a Dios que esas voces se hagan cada día más fuertes y que las balas no logren apagarlas jamás.
El estallido social que vive hoy en día Colombia tiene múltiples causas, pero, a mi juicio, las tres más fuertes son: la terrible desigualdad social que nos caracteriza desde hace décadas, la corrupción y la cultura de la violencia.
Yo quiero invitar, desde esta orilla, a que nos cuestionemos profundamente y nos decidamos a realizar acciones inteligentes que nos lleven a transitar el camino del verdadero cambio (el que muchos anhelamos), el camino de la paz y del progreso, un progreso justo, equitativo y respetuoso con el planeta.
¿Qué puedo hacer yo desde donde estoy para generar ese cambio? ¿Qué puedes hacer tú?
¿Cómo generar oportunidades para todos y todas, sin acabar con el planeta?
¿Cómo acabar con la corrupción?
¿Cómo proporcionar una educación pública de calidad?
¿Cómo garantizar un sistema de salud universal, justo y accesible para todos?
¿Cómo fortalecer el campo colombiano?
Éstas son sólo algunas de las muchas preguntas que podemos plantear para empezar, desde ya, a construir soluciones.
Por último invito a todos los lectores de este blog a que, en las próximas elecciones del 2022, no nos dejemos llevar por los fanatismos y votemos a conciencia, no sólo por un presidente que esté a la altura de las circunstancias, sino, más importante aún, por el congreso. Es necesario, es urgente, es perentorio cambiarlo.
¡A POR LA LIBERTAD!