28 de marzo de 2017

Mi hijos van felices al colegio


Para casi cualquier padre o madre de familia, una de las mayores preocupaciones suele ser la educación de sus hijos. ¿Dónde los llevamos? ¿Cuál es el mejor colegio para ellos/ellas? ¿Dónde los educarán de una forma distinta a como lo hicieron con nosotros? Nos preguntamos los padres al momento de decidir qué colegio escoger. Claro, cada pareja puede tener diferentes objetivos; algunas siguen buscando simplemente logros académicos, éxito social ahora y en el futuro, que sus hijos sean los mejores, los primeros, los que tienen (conservan) el poder... Otros buscamos una educación alternativa, verdaderamente integral, sin competitividad.

En el caso particular de Colombia, la verdad, no resulta fácil todavía encontrar propuestas educativas que miren al niño como un ser completo, quien más allá de formar su pensamiento necesita también formar sus sentimientos, sus valores, su propia identidad. Uno puede preguntarse si realmente existe un colegio donde miren al niño de esta manera y tengan una pedagogía que logre potenciar las diferentes dimensiones del ser humano.

Nosotros, mi esposa, mis hijos y yo, tuvimos la fortuna de encontrar ese tipo de escuela. Si, prefiero hablar de escuela, en su sentido epistemológico más profundo. Es una escuela cuyo enfoque pedagogíco es netamente Waldorf, es decir que tiene una cosmovisión específica sobre el ser humano y lo forma en sus tres dimensiones fundamentales: el pensar, el sentir y el hacer.

Sé que hacer referencia a esta pedagogía causa resquemor en muchas personas, por sus orígenes, por quien la fundó (Rudolf Steiner) y por el marco filosófico que la sustenta; sin embargo, hay que vivir la experiencia para juzgar con mejor criterio, desde la propia perspectiva, los pros y los contras que pueda tener. Y, al menos desde mi punto de vista, son más los aspectos positivos que los negativos.  

En lo personal, aunque veía mucha coherencia en los planteamientos que me expusieron desde un principio, tenía muchas dudas sobre las ideas en las que se fundamenta esta pedagogía. Sin embargo, poco a poco, fui entrando en la dinámica y en el espíritu de la escuela. Finalmente, lo que cambió mi visión sobre este tipo de formación fue el hecho de ver a mis hijos felices tanto a la hora de ir al colegio, como al regresar del mismo. Yo he sido docente varios años y nunca había visto que un niño dijera, con convicción, que le gusta su colegio. No todo es perfecto, ciertamente, hay algunas cosas con las que no estoy totalmente de acuerdo, pero mis hijos son felices, no piensan en ser los primeros, ni en ser los mejores, quieren simplemente ser ellos mismos y eso es fenomenal.

Y los maestros de la escuela donde van nuestros hijos... son personas muy especiales. Lo mismo sucede con las maestras de la escuela donde llevamos a nuestra hija, que también funciona según los parámetros de esta pedagogía. Todos y todas son personas estupendas. Rara veces he visto un grupo de maestros tan comprometidos con su labor. Pero hoy no hablaré sobre este particular. Sería un tema para otra entrada.  

Otro aspecto que quiero resaltar de esta escuela (Colegio Montecervino en Chía, Cundimarca), es que logra algo que tampoco he visto en ningún otro colegio, al menos no en el nivel que lo he visto aquí. Me refiero al hecho de involucrar a los padres, a fondo, en la educación de sus hijos. Soy un convencido absoluto de que la labor educativa no es una responsabilidad sólo de la escuela, sino de toda la sociedad y si el mundo marcha -muchas veces- al revés es justamente porque la sociedad en su conjunto no ha asumido esta responsabilidad. Como ya lo he dicho en otras partes, "en la sociedad contemporánea, la educación integral de las personas es (o debe ser) una función compartida entre la escuela, la familia y diversos agentes sociales" (Borda, 2015).

Las escuelas Waldorf se caracterizan por involucrar, realmente, a los padres en la educación de sus hijos e hijas, invitándolos a ellos mismos a desaprender ciertos conceptos de la modernidad, a re-educarse en algunos aspectos, a crecer ellos mismos como personas, para poder así ayudar a sus hijos a crecer adecuadamente, y sobre todo a ser guías conscientes de la formación integral de sus hijos. Y esto es fundamental para crear una nueva sociedad, la sociedad con la que todos (o al menos muchos) soñamos, esa que necesitamos, con urgencia, re-construir.

Mis hijos y sus compañeros van felices al colegio y eso es un motivo para sentirme feliz yo también.

Jaime Borda V.


 
(*) Borda, J. (2015). Relaciones entre fracaso escolar y factores socioculturales en inmigrantes latinoamericanos. Tesis de doctorado. Universidad Pública de Navarra. Pamplona. España.

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