29 de noviembre de 2024

Educar no es sinónimo de adoctrinar

En medio del debate suscitado por las declaraciones de la congresista Susana Boreal, quien afirmó que los colegios son una forma de violencia y un medio para adoctrinar a los más pequeños, cabe preguntarse, como ya algunos lo han hecho, sobre la calidad de la educación en Colombia.

Sin embargo, antes de entrar de lleno en este álgido tema, no está de más aclarar si educar es lo mismo que adoctrinar. Aunque las palabras de Boreal, dichas con tono de niña yupi, resultan bastante chocantes, y lo son, de todas maneras le debemos aplaudir que ha sacado a la luz un tema trascendental: ¿Cuál es el papel de la educación -en Colombia-, para forjar una mejor sociedad?

Se dice con mucha frecuencia que la base para el progreso de cualquier sociedad es la educación. No obstante, cabría preguntarse: ¿Qué tipo de educación es aquella que impulsa un progreso sostenible y justo para una determinada sociedad? Responder a esta pregunta no es algo sencillo entre otros motivos porque no hay una respuesta única, y mucho menos una respuesta “correcta”. En cualquier caso, como lo señaló recientemente el maestro Daniel Jover Torregrosa (2024), la educación es el mejor camino conocido para hacer de cada uno de nosotros ciudadanos libres y responsables. Es más, autores tan reconocidos como Martha Nusbaum y Amartya Sen, han afirmado que la educación es una necesidad básica de todo ser humano porque acceder a ella genera bienestar y además juega un papel esencial en la vida de cualquier persona, sobre todo, porque ella le brinda, a cada quien, la posibilidad de desarrollar sus diversas capacidades (Terzi, 2007). Esto está en concordancia con los planteamientos del gran pedagogo Paulo Freire con respecto a la educación, quien, entre otras muchas cosas dijo que "La educación no cambia el mundo, pero cambia a las personas que cambian el mundo". También llegó a afirmar en varias ocasiones que "la Educación es libertad". A propósito, ¿será que la senadora yupi-Boreal lo habrá leído? Vaya uno a saber. Como quiera que sea, se infiere de estos primeros planteamientos que educar no es lo mismo que adoctrinar.


 

Dos elementos claves que conforman la misión de la educación, en Colombia y en cualquier país del mundo, son: incentivar la creatividad y fomentar el pensamiento crítico. Aunque en esto, reconozco que las educadoras y los educadores fallamos cada tanto, eso no quiere decir que erremos todas las veces y que en once o trece años de vida escolar nunca hagamos algo al respecto. En realidad si se hace y cada vez más. Lo digo con conocimiento de causa. Por supuesto, hay mucho por mejorar todavía, pero me atrevería a decir que vamos por buen camino. De hecho, hay evidencias de experiencias positivas que se desarrollan a diario en varios establecimientos educativos, públicos y privados, de nuestro país que así lo confirman.

Que la educación en Colombia necesita mejoras sustanciales, eso nadie lo discute, pero eso es una cosa y otra muy distinta es tener la osadía de afirmar que no deberíamos "obligar" a los niños a ir al colegio. El ser humano necesita disciplina para forjar su carácter y para construir su pensamiento y para ello necesita una guía, unos maestros que lo orienten en ese proceso. De ahí la importancia de la escuela y, por supuesto, de la familia. Educar es un arte, quizá uno de los más complejos. Educar y formar espíritus críticos que luego sean capaces de transformar la sociedad en la que viven es una tarea compleja que requiere sabiduría, paciencia, equilibrio y disciplina. Una disciplina marcada por el amor. Esto es fundamental. Aquí de nuevo, vale la pena traer a colación a Paulo Freire, quien afirmó que "la educación es un acto de amor, por tanto un acto de valor". En síntesis, la educación es absolutamente necesaria y educar, en su sentido más profundo, definitivamente no es lo mismo que adoctrinar; por el contrario, es cultivar, es enseñar a remar, enseñar a tomar decisiones, enseñar a dudar, es enseñar a volar. Adoctrinar, en cambio, es cerrar ventanas, achicar horizontes, cortar las alas, obligar a enfocar el pensamiento en una sola dirección. 

Si bien es cierto que hay una línea muy delgada entre educar y adoctrinar, pienso y lo sostengo, a sabiendas de que seré criticado por muchos, que los que usualmente más traspasan esa línea son justamente los socialistas -y mucho más los comunistas- quienes terminan imponiendo sus ideas en nombre de la libertad y la igualdad. Cabe decir aquí, que tanto la izquierda como la derecha, en todas las latitudes, han olvidado el tercer eje de la revolución francesa, esto es, la fraternidad. Mientras no lo incorporen a sus políticas de estado, difícilmente alcanzarán un nivel aceptable de libertad y de igualdad. Esto, sin duda, daría para otro debate de varias horas y no es mi intención, por ahora, profundizar en ello.

Entonces, ¿Qué aspectos primordiales debemos mejorar en nuestro sistema educativo? A mi modo de ver hay, al menos, cuatro aspectos esenciales sobre los que debemos trabajar: a) el número de alumnos por aula no debería ser superior a veinte (idealmente 20, máximo 25); b) las niñas y los niños de preescolar no deberían entran antes de las 8 de la mañana; c) ningún colegio y ninguna escuela debería empezar clases antes de las 7 de la mañana; d) deberían abolirse los famosos mega-colegios, mientras más pequeña sea la comunidad educativa, tanto mejor para la efectividad de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Por supuesto, estos elementos no son los únicos que deben entrar en el debate sobre cómo mejorar el sistema educativo en Colombia. Hay otros que también son importantes, pero no me detendré ahora mismo en esas consideraciones. No es el espacio, ni el momento. Solo cabe subrayar una vez más que educar no es lo mismo que adoctrinar, que la educación es necesaria para la formación de cualquier ser humano y por ende, los colegios son necesarios y fundamentales en la dinámica de una sociedad libre y democrática que funcione dentro de un estado social de derecho. 

En lugar de centrarnos solo en lo negativo, que parece ser, a veces, el deporte favorito del pacto histórico y en general, de la extrema izquierda, procuremos ver e indagar sobre los aspectos positivos de la educación en Colombia, luego hacer un análisis holístico, integral y objetivo de la situación actual, y partir de ahí para plantear soluciones. Eso sí, es primordial que el análisis y las políticas que puedan surgir de ahí, sea un proceso liderado por expertos en educación. 

Jaime Borda Valderrama
Doctor en Ciencias Sociales
Un continuo aprendiz.
*Docente de matemáticas, inglés, redacción y metodología de la investigación
*Asesor de proyectos/tesis de grado 




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