Llevo varios días con el alma en vilo, por un motivo
que parece lejano y ajeno a mi “cómoda” existencia, pero que me afecta y no lo
puedo evitar. Es más, no quiero evitarlo.
El tema es sencillo y complejo: las elecciones en
Venezuela.
Algunos podrán preguntarse: ¿De qué me hablas? ¿No eres
colombiano, acaso? ¿Y eso en qué te afecta?
Viendo los videos que publican a diario en Instagram
con las marchas que apoyan a María Corina Machado y a Edmundo González, pidiendo
libertad, no puedo dejar de entusiasmarme. Se lo comento a una venezolana y
ella me mira con cierto escepticismo. Hasta hace poco la esperanza estaba a
flor de piel. Sin embargo, las noticias de los últimos días son desalentadoras
y escalofriantes: “Habrá baño de sangre” (si gana la oposición), ha dicho el
dictador. No han dejado ingresar a la prensa internacional. El CNE (cooptado
por el gobierno) no ha querido emitir los certificados de los testigos
electorales. Y a todo esto se suman los encarcelamientos (secuestros) de
personas afines a la oposición. ¿Esto es libertad? ¿Esto es democracia?
Nadie sabe qué pasará realmente en Venezuela este domingo
28 de julio y mucho menos qué pasará después. Muchos medios de comunicación tienen
ahora mismo los ojos puestos sobre este país latinoamericano, pero pocos creen en
el cambio que tanto anhelan los venezolanos. La comunidad internacional, entre
tanto, guarda un silencio cómplice y aterrador. Un gobierno que se destaca por
ese silencio es Colombia. Desde mi perspectiva, eso es inadmisible. El
Canciller dijo algo hace unos días, pero Diosdado Cabello (la cola del diablo)
lo mandó callar y entonces no volvieron a decir nada. ¿Un dictador nos manda
callar y no reaccionamos? Me cuesta
creerlo.
La izquierda venezolana, basada en un caduco discurso
anti capitalista y anti burguesía, sin fundamento, ha saqueado el país durante
25 años, y no le basta. La corrupción es de tal nivel que será casi imposible,
si llegan a dejar el poder, saber cuánto se robaron, cómo, dónde y quiénes
están involucrados. Pero eso no es lo peor de todo. Como cualquier régimen
totalitario han violado sistemáticamente
los derechos humanos. De lo poco que ha salido a la luz, se sabe que han
cometido atrocidades sin fin. Hay un sitio para torturas… Y nadie dice nada.
Nadie, mucho menos Gustavo Petro. Él solo tiene ojos y oídos para Palestina, ni
siquiera para el Cauca, menos para Venezuela. Ese silencio, me hiela la sangre.
¿Será que le tienen miedo a Maduro? ¿O le parece bien que se encarcele y se
torture a los que piensan diferente? Eso, realmente, es escalofriante. ¿Un día
estaremos en las mismas? La verdad, creo que no; pero existe la triste posibilidad.
Surgen varias preguntas: ¿Quién estará apoyando a
Maduro desde afuera? ¿Qué poderes oscuros? ¿Por qué la comunidad internacional
calla? ¿Por qué Estados Unidos tampoco dice algo contundente en contra de la
dictadura chavista? Extraño, por decir lo menos. Detrás de Nicolás Maduro hay
mucha oscuridad, mucha. Y María Corina Machado lo sabe y por eso, una de sus
armas es el rosario y la oración.
Quiero creer que un milagro salvará a Venezuela y que
eso encenderá un rayo de esperanza para nuestro continente. Lo sabremos con
certeza en pocos días. Por ahora, solo queda rezar.
No obstante, debemos estar preparados para todo… Tal como están las cosas y sabiendo que Maduro no quiere dejar el poder (lo ha dicho de muchas formas), los resultados de este domingo se pueden dar de varias maneras:
a) Maduro no tiene más remedio que aceptar la derrota y se sienta a negociar con la oposición. (Sería un milagro). [Y Petro guarda silencio.]
b) Maduro no acepta los resultados y cierra toda posibilidad de diálogo. Se atrinchera en el poder y entonces se generará una diáspora gigantesca de venezolanos. Aumenta la represión, por supuesto. [Y Petro lo apoya.]c) Maduro hace fraude (un fraude mayúsculo) y se declara ganador… Aumenta la represión en nombre del “anti-fascismo”, que ellos mismos no saben qué significa eso. Venezuela cae en la depresión y se desata una guerra civil. [Y Petro lo aplaude.]
¿Por qué existen las dictaduras? ¿Por qué existen personas como Diosdado Cabello, Nicolás Maduro, y Nicolás Ortega, que se creen con derecho a coartar la libertad y destruir la vida de millones de personas? ¿Habrá justicia en este mundo? ¿O no nos queda más remedio que llorar sobre esta tierra, y esperar a verla en el Cielo?
En cuatro días tendremos una respuesta, no a todas las preguntas, pero al menos a cuál puede ser el futuro de Venezuela y también de América Latina. Dios nos proteja.
El mundo está en crisis. Los desafíos actuales son enormes y multiformes; y me temo, que son pocos los que tienen el coraje para afrontarlos y quizá no tienen el poder suficiente para hacer virar el barco en la dirección más apropiada: la de la fraternidad y la sostenibilidad.
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