Sin lugar a dudas, la literatura es un arte espléndido, al menos así lo creo yo. Un
buen libro nos da la posibilidad de viajar a mundos insospechados donde no
llegaríamos nunca de otra manera. A veces nos permiten viajar también a lugares
reales a donde quizá difícilmente podamos ir mientras estamos en este planeta. Y también hay libros
que nos permiten viajar al interior de nosotros mismos y nos interpelan sobre
lo que somos y sobre lo que pensamos.
Hoy quiero empezar una serie de reflexiones a partir de un
libro que ha logrado llamar mi atención de un modo particular, me refiero a La Montaña del Alma, del premio nobel de
2000, Gao Xingjian. Sobra decir que lo recomiendo... Su libro trata de un viaje por una montaña y por pequeños
pueblos que la circundan. Pero más que un viaje a la montaña, puede decirse que
es un viaje al interior de cada uno, de nuestra mente, de nuestra psicología,
de nuestro corazón, de nuestro espíritu. Para una persona como yo, amante de
los buenos libros, aunque ciertamente no un consagrado lector, este es un libro
un poco críptico, lleno de signos que toca ir descubriendo con cuidado. A
medida que uno se adentra en el relato que este autor presenta va entendiendo
cada vez más la profundidad de sus palabras y de sus pensamientos y por qué ha
sido galardonado con el Premio Nobel.
El libro está escrito a dos voces, en segunda y en primera, en capítulos intercalados, al menos hasta donde voy de recorrido. En cada capítulo
par, más o menos hacia el final, centellea alguna reflexión de peso, o
sobresale alguna pregunta que nos hace pensar. Puede uno también encontrar
reflexiones interesantes en otros puntos de la historia, pero sólo me centraré
en las que aparecen hacia el final de los capítulos pares. Son reflexiones y preguntas
que quiero compartir aquí porque me parece que versan sobre cuestiones vitales,
cuestiones sobre las cuáles vale la pena pensarse un poco. Así que empecemos.
Primera reflexión a partir del libro “La Montaña del Alma”
"Es imposible demostrar
la verdad de los hechos y tampoco es preciso hacerlo. Dejemos a los hábiles
dialécticos debatir sobre la verdad de la vida. Lo que importa es la vida
misma”. (p. 29)
Él habla de una historia que es leyenda y sobre la cual hay
varias versiones, y por lo mismo resulta imposible saber cuál es la historia
verdadera. Pero, más allá de este particular, esta frase tan llana y tan
directa, me hace pensar en cuantas veces queremos saber a fondo la verdad y no
nos damos cuenta que por querer saber la verdad sobre algún hecho trágico,
doloroso o alegre nos perdemos de lo esencial, del momento presente de la vida.
En un mundo tan complejo como el nuestro en el que con
frecuencia prevalecen los intereses personales sobre los colectivos, muchos
hechos quedan sumergidos en un mar de tinieblas sin que podamos llegar a saber
con certeza lo que ha pasado. No hay más alternativa que seguir adelante con
nuestra vida sin saber toda la verdad, aunque a veces cueste aceptarlo. En algunas
ocasiones debemos tener el coraje de admitir que “es imposible demostrar la verdad de los hechos y tampoco es preciso
hacerlo”.
La verdad de la vida es muchas veces un misterio aún sin
descifrar, y no siempre podemos estar debatiendo o dialogando sobre ciertas
cuestiones fundamentales, menos sobre aquellas en las que quizá es más difícil
llegar a un acuerdo con otras personas, como el aborto, la eutanasia, la
honestidad, legalizar o no las drogas, etc. Si nos dedicáramos a ir en
profundidad ciertamente nuestra vida se convertiría en sólo pensar y poco
actuar. Así que mejor “dejemos a los
hábiles dialécticos debatir sobre la verdad de la vida”. Bueno, esperemos
que aún hoy podemos encontrar hábiles
dialécticos, sobre todo en occidente. Ahora bien, vale la pena subrayar que
-sin lugar a dudas- es siempre bueno dedicarle un tiempo prudente a pensar y a
formar nuestros propios argumentos sobre estos y otros temas que suscitan
tantos debates públicos. Es algo que no podemos ni debamos dejar de lado.
Pero
vayamos al fondo de la cuestión en estas líneas de G. Xingjian: ¿Puede
haber algo más importante que la vida misma? No, ciertamente no. Es una verdad
de apuño que Xingjian logra poner aquí en evidencia con absoluta claridad;
pero, creo yo, para que esto sea cierto es necesario aprender a vivir, a vivir
el momento presente, el aquí y el ahora. Somos un instante, somos lo que somos, decimos y hacemos en un instante que ya no vuelve. Ahora mismo yo soy estas líneas que
escribo, un momento único e irrepetible, porque en últimas “lo que importa es la vida misma”.
Jaime Borda V.
9 de septimbre de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario