31 de julio de 2022

Algunas claves para consolidar la anhelada paz

Cada tanto me hago algunas preguntas como estas: ¿Sí tenemos ya algunas carreteras de 4a generación, por qué sigue siendo tan difícil que los campesinos tengan unas mejores condiciones de vida? ¿Si hemos logrado destacar en campos como la ingeniería o la medicina, por qué resulta tan complicado crear una sociedad con más y mejores oportunidades para todos? ¿por qué es tan difícil vivir en paz en Colombia? Estoy seguro que no soy el único que se hace este tipo de cuestionamientos.

Ahora, no creo exagerar si digo que, al menos el 90% de los colombianos deseamos vivir en paz. Esta es una quimera compartida por un número significativo de connacionales, no tengo la menor duda. ¿Pero, por qué no lo logramos? ¿Será que este gran sueño depende solo de la voluntad de unos pocos, como el gobierno, las guerrillas, los paramilitares? ¿Qué tanto depende de la voluntad colectiva, es decir de nuestra voluntad, la de los ciudadanos de a pie? 

Muchas preguntas, ¿pocas respuestas? 




¿Será que nos falta bondad y sentido de solidaridad? Yo creo que sí, pero ciertamente no es esto la única causa, ni la principal. Me atrevo a enumerar aquí siete, que desde mi perspectiva contribuyen al estado actual de nuestra situación nacional de pobreza, desigualdad, subdesarrollo y violencia. 

1) La corrupción, ese virus enquistado que corre por las venas de un alto porcentaje de la población. Es importante aclarar y subrayar que esta terrible enfermedad no es exclusiva de los políticos. Se da en todas las esferas sociales, culturales y económicas. Pero, lo peor, es que parece que lo llevamos en la sangre. En fin, de  cualquier manera, es un comportamiento que se ha normalizado en nuestra sociedad colombiana, es decir se acepta como algo inherente a la cultura y aunque nos seguimos escandalizando ante algunas nefastas noticias que corroboran que en lugar de disminuir la enfermedad tiende es a crecer, en el fondo es lo "normal", tanto en contratos públicos como privados e incluso en situaciones cotidianas menores. Muchos creen que está bien hacer trampa, aumentar la factura, o falsificar una firma bajo ciertas circunstancias. Nos movemos, lamentablemente, dentro del marco de una relatividad moral y ética en el que todo cabe. Esto requiere una reflexión profunda que va más allá de la normatividad para combatirla o de impartir una asignatura de ética en colegios y universidades. 

2) La mala educación. Este tema daría para un largo ensayo, pero, por ahora, quiero enfocarme en algunos aspectos esenciales. La mala educación no tiene sus raíces solo en un sistema deficiente o en un currículo mal planteado. Si bien son aspectos importantes, el problema es más de fondo, está, al menos desde mi punto de vista, en la fragilidad y vulnerabilidad en que hoy se encuentra la familia como base de la sociedad y en la falta de valor que se le da a la docencia como profesión madre de todas las demás profesiones. 

Sobre este último aspecto es necesario puntualizar que esa falta de valor se ve reflejada en la deficiente formación del profesorado, en los malos sueldos que reciben y en el poco compromiso que algunos tienen con este noble oficio, quizá el más sagrado y valioso de todos los oficios. Ciertamente es necesario hacer reformas estructurales a la educación, reformas que incluyen no solo construcción de nuevos centros educativos, sino también repensar el currículo con una perspectiva de globalización, con una mirada claramente definida hacia el cuidado del medio ambiente, y que propicie la investigación (ya desde los colegios) en las diferentes áreas del conocimiento, así como el desarrollo del pensamiento crítico y el pensamiento creativo, tan necesarios para co-crear y transformar la sociedad.   

Dice Paulo Freire, el gran maestro de Pernambuco, que "La educación no cambia el mundo, pero cambia a las personas que van a cambiar el mundo"... ¿Qué tan cierto es esto? Para que esto se de tenemos primero que reflexionar sobre cuál es el tipo de educación que puede realmente cambiar a las personas, para bien, claro está. Surge aquí otra pregunta: ¿Qué tipo de educación se necesita para educar ciudadanos y ciudadanas de bien que sueñen, con el corazón y con la mente, con cambiar el mundo y actúen en consecuencia? 



3) Cultura de la violencia, falta de oportunidades y el dinero fácil. ¿Será que además de la corrupción, la violencia también corre por nuestras venas como una mala herencia de nuestros antepasados liberales y conservadores? Otro tema interesante para un buen debate. Si empiezo por mi propia historia diría que no soy lo que se dice una persona violenta, al menos no en el sentido más estricto. Es decir, muy posiblemente no sería capaz de hacerle daño físico grave a una persona cuyas palabras o actitudes me molestan mucho. De todas maneras, si puedo ser, an algunas ocasiones y solo con cierto tipo de personas, bastante hiriente y agresivo con mis palabras y con mis actos, sin llegar a ser violento físicamente. Pero también he conocido personas a las que les cuesta mucho controlar su ira y sus impulsos violentos ante ciertas situaciones que a mi modo de ver no son tan delicadas ni tan graves como para llegar a agredir a otra persona. 

Si analizamos nuestra historia resulta más que evidente el hecho de que la violencia es, tristemente, parte de la misma. El conflicto armado es una clara muestra de ello. A ese conflicto se suma la violencia desatada por el narcotráfico en la década de los noventa y que dejo una huella muy honda en nuestra sociedad y en nuestra cultura. El narcotráfico es fruto de una tendencia que tienen algunas personas a querer el dinero fácil, a un deseo insano de tener muchos lujos y privilegios a cualquier costo, sin importar los medios. Y por supuesto, no puedo dejar de mencionar la violencia callejera que azota varias de nuestras ciudades y algunas regiones, lo que ha hecho de nuestro país uno de los más inseguros del mundo. Es más, durante las últimas décadas hemos ocupado el deshonroso primer puesto como la nación más insegura del planeta. 

Todas las expresiones de la violencia en Colombia son, a mi modo de ver, fruto de la mala educación, la falta de buenas oportunidades laborales, la carencia de buenos líderes, la falta de identidad y una carencia total de principios por parte de un porcentaje más o menos significativo de la población.    

4) Un pensamiento tercermundista y derrotista. Muchos connacionales siguen creyendo que somos un país "subdesarrollado" cuando en realidad no lo somos. Muchos siguen creyendo que es mejor irse porque este país ya no tiene arreglo. Los políticos acaban con toda esperanza de un futuro promisorio como el que soñamos y nos merecemos. Aunque esto puede ser cierto, no podemos dejar nuestras vidas en manos de los politiqueros de turno. Por otro lado nos falta fomentar una ciudadanía activa que se interese por participar en política y transformarla. ¿Es un trabajo difícil? Sí, por supuesto que lo es, pero no es imposible. Sin embargo necesitaríamos aunar voluntades. Por fortuna este pensamiento negativista no lo compartimos todos, pero si hay muchos que nacen y mueren derrotados. Necesitamos cambiar esta forma de pensar. Y esto empieza por casa, con el decidido apoyo de la escuela, por supuesto. A mi modo de ver se necesitan escuelas de liderazgo especialmente dirigidas a las poblaciones más vulnerables, incluyendo en esto a jóvenes y adultos, a hombres y mujeres por igual.  

5) Una cultura de la pobreza. Esto va ligado al pensamiento tercermundista, pero es algo que se ha encarnado de manera diferente en las clases populares y en las clases altas. Los primeros creen que ese es su destino y que no pueden o, peor aún, no merecen cambiarlo. En los segundos está la idea de que los privilegios son solo para unos pocos y, los que tienen más poder hacen todo por quedarse en él eternamente sin importar los medios y explotando a los más vulnerables. Parece un círculo vicioso del que es prácticamente imposible salir. Sin embargo, no tiene porque ser así. La solución, en cualquier caso, no depende solo de programas de gobierno que de manera efectiva logren una mejor distribución de la riqueza, también es necesario cambiar mentalidades y empoderar, positivamente claro está, a los más vulnerables de la sociedad, tanto jóvenes (de ambos sexos), como a hombres, mujeres y personas de otras tendencias. 

6) La falta de compromiso político por parte de los ciudadanos comunes y corrientes. La realidad nos muestra que hay un porcentaje alto de la población (quizá por el encima del 40%, tomando como referente el abstencionismo en las elecciones) que tiene una postura de total indiferencia ante la política. Ven el tema como un sinónimo de corrupción y de discusiones estériles entre dos bandos opuestos: izquierda vs derecha (aunque quizá ahora son tres o hasta más). No entendemos que el verdadero sentido de la política es el servicio, buscar el bien común. La política significa también responsabilidad, honestidad y compromiso. Si se quiere acabar con la corrupción y con las clases políticas tradicionales los ciudadanos de a pie tenemos que participar en política y, aunque resulte una tarea titánica, igual debemos asumirla. Es mejor saber que se ha luchado por cambiar y no quedarse de brazos cruzados esperando siempre a que otros decidan por nosotros y por nuestras familias.   

7) La falta de una economía solidaria o una economía de comunión. Éste no solo es un problema de Colombia sino de todo el mundo, ya que la situación actual del planeta en materia ambiental requiere, urgentemente, de un cambio de modelo económico en el que la regla no sea la competitividad, ni la ganancia a toda costa, por encima de los intereses colectivos. No, la nueva economía debe girar en torno a las personas y debe considerar a la naturaleza no como un recurso más de la cadena productiva sino como un bien compartido que debe cuidarse y regenerarse continuamente. Hay que incluir en los presupuestos empresariales y hasta familiares los costos ambientales de nuestras acciones y entender lo que podemos y debemos hacer para restaurar la madre tierra, o, como la ha llamado el Papa Francisco, la Casa Común. Por supuesto, además de entender, es indispensable actuar con celeridad, por el bien de todos.   

En síntesis, amigo lector o amiga lectora, la paz no llegará por arte de magia, simplemente por haber firmado un Acuerdo y por un valioso informe de la Comisión de la Verdad (puede que no sea perfecto ni completo, pero es muy valioso). De cualquier manera, se necesita mucho más que eso, sin demeritar el valor que ya tienen estos hechos; también se requiere que cada habitante de este hermoso territorio llamado Colombia ponga voluntad, coraje, fraternidad y esperanza. También, hay que decirlo, se necesita volver la mirada a Dios o, por lo menos, favorecer el desarrollo de la dimensión espiritual de cada persona. Y, en lo más concreto, es importante e impostergable comenzar a trabajar desde ya, de manera conjunta, con armonía y determinación, en pro de mejorar los siete aspectos señalados en esta breve reflexión socio-crítica. 
 
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