26 de febrero de 2023

Las voces de la pobreza

“Pues siempre tendrán a los pobres con ustedes y los pueden ayudar en cualquier momento; pero no siempre me tendrán a mí”. Marcos, 14:7


Más allá de cualquier creencia religiosa, estas palabras de Jesús resultan especialmente paradigmáticas porque nos interpelan constantemente y me atrevo a decir que nos cuestionan hoy más que hace 2000 años.  “Los pobres estarán siempre con ustedes” ¿Quiere decir esto que jamás podremos acabar con el flagelo de la pobreza? Honestamente, no sabría, ahora mismo, cómo contestar a este interrogante tan crucial. Me parece que aún tenemos, como humanidad, un largo camino por recorrer para dar una respuesta asertiva a esta pregunta. 

Ahora bien, Jesús mismo nos ofrece una luz al decir que “los podemos ayudar en cualquier momento”. Por ende nos invita así a la acción continua, a ayudar a los más necesitados en todo momento y en toda circunstancia. 
Pero, estemos atentos, también hace hincapié en que “no siempre me tendrán a mí”.  ¿Qué pueden significar exactamente estas palabras? ¿Acaso no dijo también,  Él mismo, que estaría con nosotros en todo momento? ¿Y entonces? 

Dios, como yo lo veo y lo siento, está en todo lugar y en todo tiempo, pero nosotros hemos decidido alejarlo de nuestras vidas. Aunque muchos lo nieguen categóricamente, parte de la situación actual de nuestro mundo tiene sus raíces en que, con frecuencia, en nuestro afán por el progreso, y por una terca necedad de buscar un bienestar puramente material, hacemos a Dios a un lado. 

El evangelio me vuelve a interpelar: "No solo de pan vive el hombre"... "Busca primero el reino de los cielos y todo lo demás se os dará por añadidura". Son afirmaciones que pueden resultar muy fuertes para algunos y confusas para otros. El hambre y la pobreza que la sostiene son realidades innegables. Muchos pueden decir, y con razón, que con predicar el evangelio no se espanta al hambre. 

Y aquí entonces me surge una gran pregunta: ¿y no hay mucha gente buena que va a misa con frecuencia, que obedece los mandamientos de Dios, que incluso hace obras de caridad y predica el evangelio y aún así viven en la pobreza? ¿Por qué a ellos la vida no les sonríe con algo más que el pan de cada día? 

Voy a ser honesto, una vez más, no tengo la respuesta a este crudo cuestionamiento. Podría decir, para salir bien librado, que este mundo es muy injusto y por eso no todas las personas tienen lo que realmente se merecen, que hay gente mala e insensible que constantemente se roba la plata de los programas sociales del Estado, que el capitalismos salvaje solo da lugar a los más avispados o a algunos tontos con suerte, que el origen sociocultural de las personas es una especie de karma que solo se supera más o menos después de unas cinco generaciones o quizá nunca. En fin, explicaciones puede haber muchas y ninguna será suficiente, ni satisfactoria para resolver el dilema.  

Más allá de todas estas consideraciones, la realidad es irrefutable, los pobres están por todas partes, aunque segregados. La pobreza sigue afectando día tras día a más personas y al parecer en poco tiempo todo puede ser peor. Eso dicen los gurús que profetizan una recesión económica  mundial importante para este 2023. ¿Y hay alguna salida? Seguramente hay muchas, pero implican sacrificios que muy pocos están (estamos) dispuestos a hacer. 



El capitalismo salvaje viene arrasando con los recursos naturales desde hace décadas y su lógica del progreso y del bienestar individual no hace más que contribuir a perpetuar las desigualdades sociales, como si fuera una ley universal que en este mundo siempre debe haber ricos y pobres (para lo cual hay centenas de argumentos) y que por ende la distribución equitativa de las riquezas será una utopía eterna. 


Investigando hace unos días sobre economías alternativas, me topé con esta idea que, a mi modo de ver, tiene mucho de verdad: 

El pensamiento liberal no ha podido buscar la libertad real entre personas, ni entre grupos y comunidades porque desconoce el sentido de la unidad. Más bien ha dado por un hecho que las desigualdades, en todas sus formas, son una especie de fatalidad. No ha sabido distinguir entre las desigualdades que es necesario respetar y promover, de las que son resultado de una historia atravesada por la injusticia, que tiene su raíz en la falta de reconocimiento y del respeto al otro como igual, como prójimo. (Aguilar Sahagún, 2002; p. 86) 

Quiero resaltar algunos aspectos importantes que entreveo en estas líneas: 


El gran sueño de la libertad no depende del dinero, sino del sentido de unidad, un principio de una potencia infinita, pero no tan sencillo de exponer. Eso daría para un libro. 


Las desigualdades no son una fatalidad, más bien son una gracia y una oportunidad para ser mejores seres humanos. La diversidad que nos caracteriza es realmente una gracia (dependiendo de cómo la veamos y la vivamos, claro está) y las desigualdades sociales son una oportunidad que nos impulsa a buscar caminos de justicia, solidaridad y fraternidad.  


Gracias a Dios hay mucha gente buena que lucha por construir un mundo mejor. Eso también es una verdad innegable, pero no es menos cierto que ese alivio no es suficiente, en absoluto, para resolver el problema de la pobreza y acabar con el hambre y con las enormes injusticas que siguen gobernando nuestro mundo. Como diría Coetze, hoy en día la bondad por si sola no es una virtud tan valiosa o al menos no es suficiente para cambiar el rumbo de la historia, se requiere de heroísmo. 


El desafío es enorme, pero vale la pena afrontarlo y, hacer nuestras las palabras del filósofo francés Éric Sanin, "Debemos defender el derecho a experimentar otros modos de existencia más virtuosos y solidarios" (...) e implicarnos, con entusiasmo y convicción "en los asuntos comunes" y sentirnos así "plenamente involucrado(s) en el desarrollo de nuestros destinos individuales y colectivos".   


Jaime Borda Valderrama 

Escribo por pasión y convicción


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4 de febrero de 2023

Injustificada espera de cuatro horas y algo más

 

Con frecuencia tendemos a caer en la trampa de olvidar las injusticias y arbitrariedades de que somos víctimas dentro del sistema de salud, solo porque finalmente, después de una larga espera, llega la solución tan anhelada. Nos dan la cita, a la hora que nos sirve, o nos autorizan la cirugía o nos entregan ese medicamento que tanto necesitamos. Y entonces nos sentimos aliviados. 

Pero la espera es un atropello y no podemos olvidar esto, porque algo así no es justo, ni ético, y además no debería seguir pasando. La salud no solo es un derecho, es un bien muy preciado de todo ser humano. Infortunadamente nos hemos acostumbrado a los atropellos, a las demoras, a que nos atiendan cuando a bien tengan. Y eso es inadmisible.

Hace unos días, el lunes 16 de enero, tuve que reclamar un medicamente en Audifarma, de Chía. Llegue al local un poco antes de las 2:30 de la tarde… Salí de allí, con las medicinas entre el bolsillo de mi chaqueta a las 7:15 de la noche, en paz, porque normalmente prefiero tomar estas situaciones con calma, pero asombrado de todo el tiempo perdido y de cómo la gente lo soporta sin apenas rechistar. Por supuesto, yo no fui la única víctima de la ineficiencia. De hecho, cuando llegué estaban atendiendo el turno 280 (más o menos), a mí me tocó el ¡469! Decía que el tiempo de espera era algo más de dos horas. Después de las 2:30 siguió llegando mucha gente. Incluso hacia las 6:30 de la tarde todavía reclamaban nuevos turnos y ese día, curiosamente, fueron pocos los que desistieron de la empresa. No sé a qué hora saldrían de allí.  

No puedo decir que mi espera fue interminable… Por fortuna había llevado un libro calculando que estaría saliendo de allí, por tarde, hacia las 4 de la tarde. ¡Qué ingenuidad! La espera fue casi eterna, tanto que logré terminar el libro que llevaba y me quedó faltando; habría podido empezar el siguiente que tengo en la lista.

Pero son pocas las personas que hoy llevan un libro para aprovechar el tiempo de espera sea una farmacia o en un consultorio, o en un banco o en cualquier otro lugar. Cuando por fin apareció mi turno en la pantalla y pude pasar al mostrador para solicitar mis medicinas, la señora que estaba delante mío, con un niño de brazos, reclamaba con tristeza y rabia que el medicamento que le estaban dando no era el que necesitaba su hijo. Infortunadamente el muchacho que la atendía dijo que no podía hacer nada, la fórmula tenía un código que correspondía a una crema para la piel y no a un ungüento oftalmológico que era lo que el niño necesitaba. Ella insistió lo que más pudo, pero no había nada que hacer. Más de cuatro horas esperando… ¿para qué? Algo así resulta descorazonador. Es una injusticia sin nombre, producto de un sistema paquidérmico y, sin duda, muy poco funcional. Al lado de ella había otra señora, más bien joven, de cara lánguida que empezó a soltar improperios contra la primera por tomarse demasiado tiempo haciendo su reclamo y contra el asistente de Audifarma por su falta de agilidad para solucionar aquel impase. Y unos cuantos estábamos en el medio procurando entender la situación. Intenté conciliar, pero no tuve mucho éxito. Solo me enteré que ese día había renunciado uno de los empleados, algo que, por lo visto, sucede con frecuencia en esta empresa.

Más de cuatro horas esperando para reclamar un medicamento. Absurdo, totalmente absurdo. En esto, me parece a mí, seguimos siendo un país subdesarrollado. Lo peor es que estas situaciones nos son algo esporádico; pero la verdad es que en esta ocasión ha sido cuando más tiempo he tenido que esperar. Perdí un valioso tiempo que necesitaba para trabajar y aún hoy lo estoy resintiendo. Sigo atrasado con algunos compromisos laborales. Igual que me ha sucedido a mí, seguro que esta espera perjudicó a todos los que estuvimos allí, de una u otra manera.

Para cerrar, algunas preguntas al vuelo: ¿con todo el dinero que se mueve en esta industria de los fármacos, esta empresa no tiene para abrir otro dispensario en el sector? ¿A quién corresponde dar solución dentro de la empresa a este tipo de situaciones? ¿Nadie se entera o prefieren mirar para otro lado? ¿Y para cuándo los prometidos cambios al sistema de salud para bienestar de los ciudadanos, por parte del Ministerio? Ni idea… ¿Y cuáles son las condiciones bajo las que deben trabajar los dependientes de estas farmacias? Ese día tuvieron que salir, por muy temprano, a las 10:00 de la noche, pues me dijeron que atenderían hasta el último turno… Un sistema ineficiente que produce injusticias “leves” y otras no tanto a las que tristemente nos hemos acostumbrado. Totalmente inadmisible.   

 Jaime Borda Valderrama

20 de enero de 2023 

Envié esta nota a Las2orillas y a la Oreja Roja, pero no fue publicada. 

Alcanza tu propósito en tres etapas

   Y ahora vamos con el segundo video de Robin Sharma (son cuatro en total).  Podría mejor no hacerlo, pero no, he decidido compartir este “...