12 de diciembre de 2021

La felicidad: ¿una dictadura?

Hace varios meses me encontré con un blog disruptivo que tiene por nombre "El vuelo de la lechuza", que, en realidad, es la edición digital de una revista de filosofía, literatura y humanidades, temas que -aunque algunos no lo crean- nunca pasaran de moda; por el contario, siguen siendo de gran actualidad. 

Por los avatares propios de la vida moderna no logro leer todas las entradas que allí publican, pero cuando puedo o el "titular" llama particularmente mi atención, entonces saco unos minutos para adentrarme en el pensamiento del autor y reflexionar sobre lo que dice. Así me pasó hace poco con una interesante reflexión titulada: "Contra la dictadura de la felicidad: el dañino pensamiento positivo". La entrada comienza con los siguientes párrafos: 

"En las últimas décadas, la literatura dedicada a la autoayuda, la psicología positiva y las llamadas “nuevas espiritualidades”, como en el caso del mindfulness, ha crecido exponencialmente y ocupa gran parte de las estanterías destinadas al ensayo en numerosas librerías. Estas “luminosas” corrientes suelen venderse como un producto aparentemente inofensivo presentado bajo capa de crecimiento personal. Un producto que, sin embargo, oculta contraproducentes dictaduras afectivas asociadas al más despiadado neoliberalismo, que se apropia emocionalmente de los individuos y los transforma en sujetos del rendimiento en total connivencia con las grandes corporaciones mundiales.

En primer lugar, fomentan lo que algunos autores han denominado “privatización del estrés”: no sólo es que el estrés se haya patologizado y hecho extensivo a grandes capas de la sociedad, sino que se culpabiliza a quien lo sufre por no saber gestionarlo, por no contar con las herramientas necesarias para neutralizarlo. Como si, en efecto, fuéramos máquinas que hay que rentabilizar. Más aún: que se tienen que rentabilizar a sí mismas. Este tipo de libros silencian el hecho de que el estrés responde, casi siempre, a causas sistémicas, y se obvian las formas de hacerle frente desde un punto de vista social. Por supuesto, no sólo el estrés, sino también otros trastornos como la ansiedad, la depresión o los déficits de atención."

Autor: Carlos Javier González. Fragmento tomado de: https://elvuelodelalechuza.com/2021/11/02/contra-la-dictadura-de-la-felicidad-el-danino-pensamiento-positivo/

¿Tú qué piensas? 

Entre las diversas respuestas que ese escrito ha recibido, he querido rescatar dos con las que estoy de acuerdo:

La primera dice así: 

"(...). La Gente, el gobierno, la sociedad hace lo que quiere, yo decido que me afecta y que no, no veo nada de consumista. Aunque si se creo una industria al rededor del tema, pero yo tomo lo que me sirva y lo que no. ¿Cómo mi yo enfermo podría ayudar a la sociedad?" (Laura)

Y la segunda, que es más contundente, a mi modo de ver, dice así:

Lo que ocurre es que estamos en sociedades globales polarizadas, a derecha e izquierda, cada día un poco más al extremo que el día anterior. Esto es una práctica política que tiene efectos en la sociedad. El tema que tratado es un reflejo de la sociedad actual.

"Podríamos decir que:

1. Ni todos los problemas te los tienen que arreglar otros, que el esfuerzo propio y crear hábitos saludables de trabajo y esfuerzo como promotores de la dopanima endógena no está mal. Pasa que desde un polo político se pretende que papá estado y el sistema te lo proporcione todo. Tú lo vales.

2. Qué hay cosas y problemas estructurales sociales que ni haciendo 24 horas de mindfulness, que en la vida existen muchos actores que con independencia de tu esfuerzo, te van a fastidiar y depredar.

Yo creo que la salud mental es siempre siempre siempre una cuestión de equilibrios. Un poco de esfuerzo y un poco de ayuda sistémica. Pues por mucho que los neoliberales quieran individualizar los problemas humanos, el ser humano es un ser social.

Y en el polo opuesto pro comunista, que te lo den todo gratis y pienses que te lo mereces y ni muevas un dedo es igual de nocivo.

Yo creo que existen y han existido prácticas capitalistas razonables y liberales sobre muchos ámbitos de la vida de las personas.

Y algunas ideas progresistas pueden ser útiles para ejercer un control de ciertos aspectos, muy propios del neoliberalismo tardío".

Comentario de: Anton Barrera Mora (4 de noviembre de 2021)

Y ahora, lo que pienso yo: 

Para empezar no me había planteado hasta ahora que la felicidad pudiera tener un carácter político y menos aún que pudiese responder a una tendencia ideológica. Estos dos aspectos son los que más me llamaron la atención de lo expuesto por el autor del blog. La postura me pareció un poco extremista, pero para no caer en juicios precipitados, leí varios de los comentarios y, como ya has visto, algunos me gustaron particularmente, no solo por coincidir en mi forma de pensar, sino por la claridad de los argumentos.  

Ahora bien, hay que resaltar la osadía del escritor para exponer sin ambigüedades su postura frente al tema. No obstante, desde mi perspectiva, si bien no podemos negar la existencia de diversas «dictaduras» soterradas a las que, de una u otra manera, todos estamos sometidos (casi sin darnos cuenta), no es bueno generalizar (de hecho, generalizar sobre cualquier cosa, lo que sea, nunca es bueno). Por otra parte, tampoco es tan cierto, creo yo, que la industria generada por la literatura de autoayuda y las ahora famosas terapias de coaching respondan necesariamente a unos intereses políticos particulares (oscuros y malintencionados). La verdad no lo creo. Pero, aclaro, es solo mi punto de vista. 

En este mundo, aún con todas sus artimañas, obstáculos y frivolidades, todos los seres humanos tenemos la posibilidad de conquistar la libertad y un sano equilibrio emocional. Lo digo por propia experiencia. Para algunos es más fácil que para otros. Eso no lo pongo en duda. Es verdad que las circunstancias socioeconómicas influyen (y mucho) en las posibilidades de lograr un cierto bienestar económico y emocional. Sin embargo, hay muchos casos particulares que  demuestran claramente que dichas circunstancias no son absolutamente determinantes.

Un caso que muestra esto es la historia de Alex en la miniserie «Maid: Las cosas por limpiar», de Netflix. Una historia de la vida real, narrada magistralmente en esta reciente producción cinematográfica. Subrayo que es mi punto de vista.

Un punto en el que si estoy de acuerdo con el autor del blog es en que la corriente de la psicología positiva, las bases teórico-practicas de la nueva era y la industria de la autoayuda tienden a suprimir el sufrimiento y venden la felicidad como si pudiera ser un estado permanente. El dolor, la enfermedad, el sufrimiento son inevitables; no creo exagerar si digo que incluso son inherentes a la naturaleza humana, son realmente necesarios para el crecimiento personal. Como ha dicho Hermann Hess: ""Y comencé a comprender también que el dolor, los desengaños y la melancolía no existen para molestarnos, para sumirnos en un abismo de desasosiego e inutilidad, sino para poner a prueba nuestro temple y madurar nuestro ser"".

En otras palabras, la felicidad no es una meta, ni es un trofeo. Es, ante todo, una actitud, un estado de la mente y del espíritu. Nunca es algo permanente. Va y vuelve. Es necesario conquistarla día tras día. 

Gracias por leerme. Un abrazo. 

Alcanza tu propósito en tres etapas

   Y ahora vamos con el segundo video de Robin Sharma (son cuatro en total).  Podría mejor no hacerlo, pero no, he decidido compartir este “...