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5 de enero de 2025

¿Quo vadis?

Mientras camina, balbucea algunas palabras inteligibles porque, a pesar de haber tantas, no encuentra aquellas que le permitan decir lo que ahora siente, ese deseo confuso de ser alguien, de salir de donde ha estado por tanto tiempo. ¿O quizá, ya sea lo que debe ser y no lo quiere aceptar? Esta ahogado en un mar de preguntas imprecisas. ¿Cómo encontrar el camino que lo lleve a su destino verdadero si no está seguro de cuál es, exactamente? Desde hace muchos años se dejó llevar por la corriente y ahora no sabe para donde va. Verse sumergido en la multitud no hace más que acrecentar su sentimiento de soledad y frustración. 

No se trata de ser conocido, admirado, querido, amado, se trata simplemente de sentir que la vida ha valido la pena ser vivida, que se puede dejar una huella. 






4 de noviembre de 2024

Ella sigue afuera


Ella sigue afuera, esperando tu respuesta. No le importó dormir bajo la lluvia y soportar el frio de la madrugada, ni siquiera los murmullos tenebroso que se escuchan a lo lejos. Pausa. 

Déjala entrar, Javi, y escúchala. Quizá eso sane tu herida y la de ella también. Silencio. 

Javier deslizó la cortina de su cuarto, comprada hace apenas quince días, y dirigió su mirada hacia ella. La vio inmóvil, como si nada la inmutara. Era la misma de siempre, pero con la tez más blanca y el cabello corto, con unas incipientes canas. 

En un instante donde el tiempo dejó de andar, ella levantó su cara y lo miró con una ternura para él desconocida. La vio sonreír y observó con estupor sus ojos húmedos. Sintió, de repente, que su corazón latía como nunca antes lo había hecho. 

Sin pensar demasiado en lo que hacía, se giró sobre sí mismo en dirección a la puerta de su alcoba. Fue entre caminando y corriendo hacia la escalera principal y bajó con una tormenta de sentimientos batiéndose por todo su cuerpo. Todo el resentimiento guardado por años, pareció desvanecerse en un instante. 

Llegó en un soplo hasta el primer piso, pasó la sala de un brinco, abrió la puerta y salió corriendo. 

Ella se desprendió por fin de sus miedos y echó andar con el único deseo de abrazarlo y pedirle perdón, como lo venía soñando desde hacia ya cuatro meses y veintiún días.  



12 de octubre de 2024

Tranquilidad interrumpida. Cuento.

  

La tranquilidad interrumpida

Era el último sábado de marzo, por la tarde, cuando sonó, tímidamente, el timbre de su apartamento. Andrea creyó, por un momento, que era solo producto de su imaginación. Estaba absorta en su estudio, escribiendo el tercer capítulo de su tesis de maestría. Unos segundos después el timbre volvió a sonar con más determinación. Ella se sobresaltó. No esperaba a nadie. ¿Quién podía ser? Su instinto –que al decir verdad no tenía muy desarrollado- se despertó y la empujó a la cocina a sacar un cuchillo. Su corazón empezó a latir con fuerza presintiendo la llegada del peligro. En su vida, tan tranquila y relajada, esa no era una posibilidad. Pero en este mundo en que vivimos cualquier día puede suceder algo que rompa la cotidianidad y la vida tome un curso inesperado.

El timbre volvió a sonar por tercera vez, pero el tono era distinto, parecía más amigable. Ella bajó la guardia. El barrio donde vivía era seguro. ¿Por qué alarmarse? No obstante, sintió un extraño escalofrío en la espalda. La paranoia no era un estado natural en su mundo casi perfecto. Pero sólo reflexionaría sobre ello unos días más tarde. Entonces, sin pensarlo, abrió la puerta.

Un hombre joven, pero desconocido, con una sonrisa encantadora estaba al otro lado de la puerta. “Buenas tardes señorita. Disculpe que la moleste a esta hora”. Como su instinto seguía inusualmente despierto, apretó el arma que tenía en su mano y la puso de tal modo que el recién llegado la viera. Él, que tenía sus planes, miró el cuchillo y solo atinó a decir, en tono jocoso: ¿No pensará usarlo conmigo?, ¿verdad? Y soltó una risa contagiosa y dejó ver sus manos limpias. – “Soy, soy su vecino, vivo en el apartamento que queda justo arriba del suyo. Me llamo Alejandro”. Segundos de silencio inundaron la atmósfera incierta del relajado espacio en que vivía Andrea. “Disculpe. Tuve, tuve un extraño presentimiento. Dejaré el cuchillo en la cocina”. Soltó estas palabras con asombrosa lentitud. Se sentía como extraída involuntariamente de su burbuja de cristal y pensó que el miedo que sentía era producto de su imaginación.

El hombre entró sigilosamente mirando con un rápido movimiento de su cabeza todo el apartamento. Supo que la linda y atemorizada chica estaba sola. Por supuesto, ya lo sabía, pero era bueno comprobarlo. No obstante, se sintió extrañamente observado. En aquel apartamento sí había dos cámaras ocultas, pero estaban apagadas en ese momento.

- “No te quiero molestar. Sólo necesito un poco de sal”.

- “¿Perdón?” Una petición demasiado extraña. No era de noche. El aparecido podía ir a comprar sal a cualquiera de las dos tiendas que quedaban cerca del edificio.

- “Que si me puedes regalar un poco de sal”.

- “Si, si, no hay problema. Pero me temo que no tengo una bolsa donde echarla”.

- “Yo traigo una. “

- “Eh… Ven a la cocina”

Él se acercó mirándola con un dejo de ternura y de sarcasmo al mismo tiempo, pero ella no lo percibió tan claramente. No sabía bien que pensar. El hombre parecía un tipo buena gente y hasta bien parecido que sí era, pero una vocecilla interior le decía que no confiara demasiado. De pronto lo vio muy cerca y ella sólo atinó a dar unos pasos atrás. Ya con el tarro de sal en la mano se irguió lentamente y lo miró a los ojos, tratando de decirle, “no te sobrepases”. Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda.

-          “Mmm… Acércame la bolsa y yo te pongo un poco… ¿Cómo cuánto necesitas?”

-          “Realmente sólo lo suficiente para darle sabor a una sopa que voy a preparar. Te puedo invitar a probarla luego”.

-          “Gracias, pero estoy muy ocupada en un trabajo para la universidad”.

-          “Comprendo…”

-          “Perdona, pero de verdad estoy muy ocupada y no me gusta aceptar invitaciones de extraños. No sé quién eres ni qué haces con tu vida.”

-          “Sí… por supuesto. Tienes razón. Yo ahora estudio administración de empresas en la Javeriana. Voy en noveno semestre ya. Soy de Cartago, Valle”. “¿Quieres saber algo más?”

-          “Por ahora no. Gracias”. Un silencio incomodo se interpuso entre los dos. “Mira, aquí tienes la sal. Espero que sea suficiente”.

-          “Sí. En realidad, es más de lo que necesito, pero me servirá para preparar otros platos que espero tengas tiempo de probar”.

-          “Ya… Mira, la verdad quiero seguir con mi trabajo. Si eso es todo, te agradezco que me dejes sola”.

El teléfono de Andrea sonó para romper la atmósfera extraña y tensa que se había asentado en su apartamento. Alejandro, entre tanto, sintió de nuevo que alguien los observaba y, por un momento, creyó estar paralizado.

-          ¿Aló? Buenas tardes (…)

-          Hola Andrea, ¿cómo estás?

-          Ah, Eduardo, que milagro que me llames.

-          Estoy cerca de tu apartamento y quería saber si puedo pasar.

-          Claro, claro que sí. Estoy con un vecino, pero ya se va. Lo dijo con un tono más fuerte, mientras miraba al piso.

-          Listo, llego en máximo diez minutos. ¿vale?

Ella colgó, esperando que el tal Alejandro se marchara de inmediato. A pesar de la sonrisa conquistadora que tenía, le generaba desconfianza. El instinto femenino casi nunca falla.

-          ¿Un amigo tuyo?

-          Sí, viene para acá. Estaba en el gimnasio y quiere que salgamos a comer.

-          Claro. Comprendo. Entonces, lo mejor es que me vaya. Lo dijo con la voz algo temblorosa.

-          Sí… dijo ella escuetamente, con una sonrisa fingida tratando de disimular el miedo que sentía.

De nuevo el silencio habitó el espacio enrarecido de ese apartamento en el que Andrea llevaba ya dos años viviendo y en el que se había familiarizado con la soledad, con los libros y la comida congelada.

Ella nunca lo había visto. De eso estaba segura. Ella andaba en su mundo, pero no era muy consciente de que la realidad es más grande que las palabras y las ideas perpetuadas en los libros y va más allá del estudio sistemático de un problema. El conocimiento es importante. Así lo creía ella, con todo su corazón y toda su mente. Pero se percató en esos segundos de silencio que desconocía muchas facetas de la realidad que la circundaba. No es que confiara demasiado en la gente, la verdad no; más bien le importaba poco lo que pensaran o hicieran los demás con sus vidas. Unos días después, al rebobinar los hechos de esa tarde, se dio cuenta que socializar y conversar es importante para entender el mundo y… para sobrevivir.

-          “Mira… me gustaría seguir hablando contigo, pero la semana que viene tengo mucho trabajo y debo aprovechar este fin de semana para adelantar mi tesis. Esto es como un karma que parece no tener fin… No sé si me entiendas”.

-          “Creo que sí. No te preocupes. He venido sin avisar y ya me has hecho un gran favor… Así que gracias y, bueno, creo que mejor me despido”.

-          “Gracias. Feliz tarde”.

-          “Igualmente. Que te inspires con lo que estás escribiendo…. ya nos veremos”.  

 Mientras decía esas palabras salió sigilosamente, casi de la misma manera como había entrado, con la navaja intacta y su mano derecha como entumecida. No le dio tiempo a Andrea de dar alguna respuesta. Pero ella se quedó inmóvil, mirando fijamente la puerta abierta y se sintió como desnuda, sola y abandonada. Por una extraña razón que no lograba comprender sintió ganas de llamarlo e invitarlo a quedarse, a seguir conversando. Se estaba volviendo una mujer demasiado solitaria. A excepto de sus encuentros esporádicos con Juliana y con Eduardo, no tenía más amigos con quienes compartir. Nunca se había sentido mal por ello, no hasta ahora. Pero de nuevo sintió un escalofrío, un miedo escondido, sutil, pero presente, que tampoco supo explicar. Dio unos pasos, cerró la puerta y respiró tres veces atrayendo hacia sí la tranquilidad perdida.

¿Y ahora, dónde iba? Este chico inoportuno me ha hecho perder el hilo. Pensó. Volvió a su computadora, pero el ánimo no la acompañaba para seguir escribiendo. Había algo en el ambiente que parecía ocupar todo el espacio, una energía de paz desconocida, algo que ella no supo entender en ese momento. Entonces, con una leve sonrisa, fue hacia el sofá y cogió al libro que estaba leyendo, pero tampoco pudo concentrarse. Respiró profundo. Luego retornó la calma y pudo sumergirse con todo su ser en la lectura de “¿Qué significa hablar?” de Pierre Bourdiue. Se había propuesto no leer completos ninguno de los libros que había escogido para el marco teórico de su tesis, pero con éste no pudo resistir a la tentación de leerlo de la primera a la última página. Ya había superado la mitad y la tenía atrapada como varias de las obras del famoso sociólogo francés. Sin embargo, sonó el citofono. Era Eduardo.   

 ***

Mientras Andrea intentaba ser de nuevo ella misma y volver a su normalidad, Javier ya había cruzado la puerta e iba caminando por la calle, cavilando sobre lo que le acababa de ocurrir. ¿Qué lo había detenido? Algo muy extraño pasó cuando vio a la chica con el cuchillo y luego, cuando intentó acercársele en la cocina. Y luego, con la llamada del amigo. Y la extraña sensación de sentirse observado. Volvió a hacerse la misma pregunta. ¿Qué lo había detenido? Lo más extraño de todo es que ni siquiera tenía rabia. Más bien tenía ganas de reír y de volver sobre sus pasos. Pero sería mejor otro día. ¿Y por qué le dijo que estudiaba en la Javeriana? Ese no era el libreto. Una sensación de pérdida de equilibrio lo estremeció por unos segundos. ¿Qué tendría esa chica de ojos cafés que lo desvió misteriosamente de su objetivo marcado ya por la costumbre? O mejor decir, ¿por el hábito? Soltó una carcajada. ¿Puede el robo convertirse en un hábito? Tal vez era momento de dejarlo. ¿Es posible convertirse en una buena persona de un momento a otro? Sin motivo aparente, asomó en su cabeza el recuerdo de su viejo amigo Fabio, quien lo indujo en el mundo del robo y la delincuencia, cuando apenas tenía 14 años. Fabio llevaba ya un año en la cárcel y en todo ese tiempo nunca había ido a visitarlo. ¡Soy un mal amigo! Creo que mañana iré a visitarlo y le diré que el destino me llama a tomar otro rumbo y convertirme en un tipo decente. Sí, definitivamente, es hora de cambiar. Siguió caminando con más energía y una sonrisa asomó en sus labios al pensar de nuevo en los ojos misteriosos de Andrea.

Silencio. Las hojas de los árboles sonaban con más fuerza que de costumbre. ¿O era su imaginación, fruto de la confusión de la última inexplicable experiencia? Sintió unos ojos clavados en su nuca, por su costado izquierdo. Alguien lo observaba, pero no sabía desde donde. Sintió, de nuevo, un ligero escalofrío. Su último robo, hace ocho días, no había salido tan bien. La víctima, una joven de tiernos 17 años, había resultado ser una presa resistente y tuvo que atarla con más fuerza que a otras de sus objetivos anteriores.

De repente, de la nada, salió esa voz fatídica que era premonición de que la fiesta se había acabado.

-          Deténgase donde está, Sr. Gómez.

-          ¡Ah! ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? ¿Cómo sabe mi apellido? (Maldición, porque admitió que era él…) Miró hacia atrás. Era un agente de policía, de unos 40 años, corpulento. Parece que le gustaba el gimnasio. ¿Los policías van al gimnasio, todos los días?

-          Javier Gómez. Queda detenido por hurto a mano armada en propiedad ajena. Esbozó una sonrisa sarcástica. Me da gusto conocerlo, lástima que sea en estas circunstancias.

No le dio tiempo a escapar. Las esposas atraparon sus muñecas antes de que él pudiera darse cuenta. Además de musculoso, muy ágil con las manos el policía.

-          Viene conmigo a la estación. De inmediato.

Un carro vino tinto, que no era de policía, pero tenía su sirena, se parqueo junto a la acera y sin apenas darse cuenta, Javier estaba sentado y paralizado; una mirada cruel e irónica, como de triunfo, que venía del espejo retrovisor, posada sobre su incredulidad, incapaz de pronunciarse. Se percató que una moto de la policía los escoltaba. ¿Cómo no los vio? Era clarísimo que lo estaban siguiendo.

***

Sábado, ocho días después. Andrea estaba sentada de nuevo en el sofá, tomándose un café y –como algo poco usual- cogió el periódico del día anterior y se puso a ojearlo. Página 5… “Capturado joven apartamentero, denunciado por una de sus víctimas”. Quedó en shock al ver la foto. Era Alejandro, estaba segurísima, pero el pie de foto decía “Javier Eduardo Gómez Pantilla”.  Tuvo que respirar profundamente. Un frio puntiagudo recorrió su espalda, luego sus piernas y saltó a los brazos y a la cara. Era el mismo, no cabía duda. ¿Pero cómo? Leyó el reporte, sin prestarle mucha atención. Por un segundo imaginó todo lo que hubiera podido ocurrir y sobre cómo estaría ella ahora, envuelta en pensamientos de miedo y de tristeza, en su apartamento desolado o en la casa de sus primos o quién sabe dónde. Se había salvado de una tragedia. Sus presentimientos de ese día no eran infundados. Su instinto, su subconsciente o como quiera que se llame, la habían puesto en alerta. Pero no le pasó nada. ¿Cómo explicarlo? ¿Por qué? ¿Por qué ella? ¿Qué fuerza sobrenatural la protegió?

Estaba decidido, se cambiaría de apartamento. Ya lo había pensado, pero ahora lo pondría por obra, de inmediato. Se miró de abajo a arriba en el espejo de la sala y se echó a llorar, luego de unos minutos empezó a reír. Era una chica con suerte. Andrea no era muy creyente, pero a partir de ese día tuvo la certeza de que seres extraños nos acompañan y cuando quieren nos protegen. ¿Por qué empezó a pensar así? Mejor no preguntárselo. No sabría explicarlo, pero esa idea la acompañaría por muchos años más. Claro que ella no lo sabía entonces.  

Aquel día era para celebrar. Tomó su teléfono y marcó el número de Juliana.

Jaime Borda Valderrama

6 de octubre de 2024, nueva revisión después de un año o más. 



13 de diciembre de 2023

Necesito tiempo (micro cuento)


* Solo quiero tener tiempo
- ¿Para qué?
* Bueno, para disfrutarlo, para no pensar, para desconectarme
- En ese caso lo que necesitas no es tiempo, es voluntad y coraje para cortar con todo lo que te ata y darte la oportunidad de no hacer nada, o simplemente salir a caminar, sin rumbo fijo.
* Estas loco... caminar sin rumbo fijo. (Soltó una carcajada de liberación)
- No, no, tú estás loco o, peor aún, no entiendes que estás subyugado por tus pensamientos y por las circunstancias.
Silencio
* Caramba. Caramba. Quizá tengas razón.
- Por supuesto que tengo razón.

El sol se ocultó una vez más, dejando tras de si una estela de colores pálidos. El día se había ido y él, como otros muchos, seguía naufragando entre divagaciones incongruentes, sin apenas darse cuenta de lo que está pasando. 

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2 de noviembre de 2023

Sin remedio


Sin remedio 


Estamos perdidos,

nos han robado la racionalidad,

y el pensamiento,

la capacidad de preguntar y de dudar.

Creemos todas las mentiras,

nos seducen el dinero, las viandas y el poder;

nos embriagamos con pasajeras ilusiones.


El brillo del mundo es una falacia,

pero su luz enceguece, adormece y 

casi aniquila las conexiones neuronales. 


Los caudillos endulzan los oídos 

del pueblo adormecido. 

Las promesas vanas se abren paso

entre el fango de la ignorancia; 

y obnubiladas por ellas

las gentes aplauden felices a sus farsantes,

esos mismos que hoy les dan un plato

para quedarse mañana con toda la cosecha. 

 

El fatuo poder que da una cierta posición,

encandila aún a los más titulados. 

Y el dinero fácil que el poderoso ofrece,

entorpece todavía más al ignorante. 

De nada sirve una democracia  

enjaulada entre mentiras y 

maquiavélicas complejidades.


¿Lograremos un día al monstruo vencer?

¿Cómo haremos para que la vela se vuelva faro? 

¿Cómo despertaremos las consciencias dormidas?

¿Cómo instalaremos el reinado de la moral y la ética?

¿Y el reinado del Amor? 


Esta patria necesita de otro pueblo.  


Por: Jaime Borda V.  (Dono)


1 de mayo de 2023

La vida, aquí y ahora

La vida es un instante
Es el ahora que se llena
de motivos y emociones,
o se vacía sin sentido.
Es el amor dado sin reservas,
o el egoísmo que se encierra
enceguecido.
Es la frase precisa que
ilumina un rostro en la ventana,
o la palabra mal dicha
que deja herida el alma.
Ese instante es ahora
Sea con lluvia o con sol,
sea en el desierto, en el mar,
o en una dehesa florecida.
Y tengo la potestad de decidir
si vivirlo o dejarlo ir,
llorar, reír, construir, 
abrazar o maldecir.
La vida es este segundo
en el que dejo fluir mi corazón
sin pensar en el ayer
ni en el mañana vacilante,
que igual espero llegue
para llenarlo de sentido.

Jaime Borda Valderrama
1 de mayo de 2023





30 de diciembre de 2022

Cada día puede ser mejor que el anterior

 
Hasta donde me llega la memoria, nunca en mi vida he hecho un balance a fondo al finalizar un año y eso que ya tengo algo más de cincuenta primaveras sobre mis espaldas. 

Este año ha sido único y merece un buen balance. Por eso, antes que suene, en estas latitudes latinoamericanas, la última campanada del 2022, quiero compartir algunas reflexiones que me vienen  dando vueltas en mi cabeza y en mi alma desde hace unos días.

En enero de 2020, dos meses antes de que se declarara la pandemia por coronavirus yo estaba en una UCI con pronóstico reservado. No podía pasar bocado y me costaba caminar o mantener mi cabeza quieta. Me estaba alimentando por sonda. La situación era tal que algunos amigos cercanos empezaron a investigar la forma de conseguirme una pensión por invalidez. El futuro parecía clausurado para mi. No solo tenía mi cuerpo acabado, también el alma y mis pensamientos. Me sentía muerto en vida. Pero no era ese el destino que Dios quería para mi. 

Hace unos pocos días estaba de pie, ante un grupo de profesores, profundamente emocionado, dando gracias por todas las oportunidades que este año me había ofrecido. Cuando iba de regreso hacia mi silla, pensé que pocos podrían entender las razones de mi emotividad. Me vinieron a la memoria imágenes de cuando estuve hospitalizado, primero en octubre de 2019 y luego en enero de 2020. El que caminaba no era el Jaime de hace tres años, ni siquiera el de hace dos, era otro, un Jaime que estaba dormido, enjaulado, escondido, pero que finalmente salió a la luz, sin apenas darse cuenta. Claro, ahora lo se y lo entiendo y estoy feliz por ello.  

Desde agosto de 2020 me he dedicado, sin tener mucha claridad sobre lo que quería, a trabajar de manera independiente en varios frentes, todos guiados por un mismo eje compuesto de tres elementos interrelacionados: conocimiento, investigación, lenguaje escrito. Ahora, mirando lo aprendido puedo afirmar que no siempre es necesario tener un propósito totalmente definido en la vida para avanzar y sentirse mejor con uno mismo. Por supuesto, debe tenerse al menos una idea de base, conocer tus propias capacidades es un buen punto de partida; pero, no tiene que ser una idea estructurada. Lo que si resulta vital, de verdad, es actuar, luego se podrá ir perfeccionando la idea, la visión del futuro que quieres y te mereces, e ir dibujando objetivos cada vez más sólidos para tu vida. No quiero decir con esto que no sea importante tener una visión, un propósito claro; por supuesto que sí es importante para progresar en la vida, pero en caso de no tenerlo, no debes quedarte estancado, es imprescindible actuar, y poco a poco el horizonte se volverá más nítido, brillante y poderoso. 

A lo largo de este año tan particular he logrado consolidar mi autoconocimiento y mi autoestima. Por supuesto, debo seguir trabajando en ello, aún hay mucho por mejorar. En cualquier caso, lo que me da mayor alegría, lo que me ha impulsado a escribir estas líneas, es ver que he aprendido a creer en mi mismo, a no tener miedo de los retos que me llegan. Y cuando aparece el miedo, lo encaro y le digo: sé que puedo contigo. 

Creer en uno mismo abre muchas puertas, todas las que uno quiera o necesite que se abran, y además derriba casi cualquier obstáculo que se interponga en el camino. Algunos pueden demorar un poco más en caer, pero finalmente caen y los que no, significa que esa lucha no es para ti y que, de seguro, hay otras oportunidades esperando. 

Mis logros de este año: dirigí con éxito 5 Trabajos Fin de Máster con la Universidad Internacional de Valencia y hay otro en su fase fina, que será defendido en el 2023; corregí y mejoré sustancialmente 8 tesis, dos de pregrado, 4 de maestría y 2 de doctorado, sobre los más variados temas; escribí 3 artículos, 2 relacionados con educación virtual en tiempos de pandemia y otro sobre tomas de decisiones empresariales; revisé y mejoré tres documentos con contenido específico de cursos virtuales para la Policía Nacional; dicté, en dos ocasiones, un curso de seis horas sobre fundamentos de redacción científica con el CIID; dicté ese mismo curso, en versión más reducida, a cuatro grupos de profesores de una Universidad en el Perú; escribí un artículo sobre incidencia de las TIC en la educación ambiental en América Latina, que -confiando en Dios- será publicado en el primer trimestre de 2023; escribí y expuse mi primera ponencia desde que obtuve mi doctorado, el tema: Multidimensionalidad de la Pobreza y respuestas posibles desde la Economía de Francisco; gracias a una colega de la VIU hice una revisión crítica de un documento en inglés sobre claves para el uso adecuado de las TIC en educación superior (por supuesto me pagaron por dar mi opinión); tuve la oportunidad de asesorar a un precandidato a la presidencia de Colombia, revisando y aportando ideas a su programa de gobierno; acompañé y orienté las clases de metodología de la investigación de décimo y once en un colegio aquí en Colombia, lo que me dio la oportunidad de estar en contacto directo con los jóvenes; apoyé a los tutores de los proyectos de once de ese mismo colegio y, como otros años, evalué los trabajos de grado de los estudiante de 11 y los anteproyectos de los estudiantes décimo... Todo esto me ha dejado un aprendizaje y, con humildad lo digo, en cada parte he dejado una huella, quizá pequeña, quizá difusa, pero la he dejado.  

No ha sido poco, ciertamente. Todo lo logrado en este año 2022 me llena hoy de alegría y de satisfacción. Sin embargo, debo decir que a la par con los logros y los éxitos alcanzados, también hubo algunos fracasos, que quiero compartir. 

El más duro de todos quizá: los trabajos de grado que presentaron los estudiantes de once, de muy baja calidad en comparación con los de anteriores había. El golpe fue más duro porque era la primera vez que los acompañaba (a estudiantes y profesores) a lo largo de todo el año escolar, no solo al final, y yo estaba allí en teoría para que presentaran unos buenos trabajos. Pero no fue así. Esto me implicó hacer una serie de ajustes y evaluar a fondo mi labor como asesor del programa de investigación de este colegio. El resultado final no fue el esperado, pero aprendí algunas lecciones importantes: *asumir abiertamente, y sin dramatismos, la responsabilidad del fracaso permite avanzar y plantear soluciones asertivas; **es necesario tener las reglas claras desde el principio, no se puede trabajar sobre supuestos; ***no debo conformarme con cumplir y hacer solo lo que me piden, se puede siempre hacer más, por el bien de los estudiantes, por el bien de la institución para la que trabajo y por mi satisfacción personal. 

En marzo de este año me lance a ser parte del Consejo de Administración del conjunto donde vivo y fui elegido como Presidente... Ha sido una experiencia agridulce de la que he aprendido varias lecciones, menos esta: callar mis opiniones y mis frases cargadas de ironía. Para ser honesto, son varias las lecciones no aprendidas y si bien gané algo de costra, también es innegable que no logré superar mis prejuicios y mi rabia contra ciertas actitudes. Voy al punto. En el consejo hubo (hay, esto no se ha terminado) dos personajes con los que no he podido tener una buena relación. Su forma de ser, de hablar y de actuar me irrita profundamente y nunca tuve el valor suficiente para acallar esos sentimientos y terminé diciendo y haciendo cosas que no corresponden a un "buen cristiano". La mejor solución quizá habría sido renunciar y conservar mi paz interior. Sin embargo, no lo hice. Y, debo decir, aunque duela, que mi actitud frenó la posibilidad de concretar algunos proyectos. Por supuesto que la responsabilidad en todo lo que pasó y en lo que no pasó, no es solo mía. Ahora bien, a pesar de todo, sigo creyendo que vale la pena ejercer la política en cualquier ámbito, por pequeño que sea, impulsado por la idea que la política es el arte de buscar los mejores caminos posibles para lograr el bien común.    
¡En últimas, ha sido un gran año y voy a por más, en el 2023!
 
Hoy, 30 de diciembre, doy infinitas gracias a Dios por todo lo vivido, lo alcanzado y lo aprendido en este año que está a punto de terminar. Gracias a mi esposita y a mis hijos, por amarme tanto en los buenos y en los malos días. Por todo lo que me enseñan. Y gracias a todos los que me acompañaron, de una u otra manera, en este tramo del camino. GRACIAS.   

Dios es bueno; siempre y en todo momento, DIOS ES BUENO.
 
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23 de junio de 2022

Entre una visión apocalíptica y una esperanza solidaria

Finalmente han pasado las elecciones en Colombia y el país tiene un nuevo presidente que empezará a ejercer sus funciones a partir del próximo 7 de agosto. El pueblo colombiano se ha pronunciado en las urnas y ha decidido darle la oportunidad de gobernar el país al izquierdista Gustavo Petro Urrego y a la líder social, afrodescendiente, Francia Márquez Mina. Un hito histórico para nuestro país


La corta diferencia de casi 750.000 votos entre Gustavo Petro, del llamado "Pacto Histórico" y el outsider Rodolfo Hernández, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, ha dejado como resultado un ganador y también un país claramente dividido. Ya lo estábamos, pero las votaciones del pasado domingo 19 de junio lo han dejado aún más en evidencia: por el ingeniero de Piedecuesta Rodolfo Hernández votaron 10.580.399 personas, mientras que por el ex-senador y líder de izquierda Gustavo Petro, oriundo -al parecer- de Ciénaga de Oro (Córdoba) votaron 11.281.002 colombianos y colombianas. Contrario a lo que este segundo candidato y su fórmula vicepresidencial dijeron, no hubo fraude electoral, o al menos eso parece hasta el momento. Muchos "rodolfistas" tienen sus dudas al respecto. Esperemos que se disipen en el corto plazo, para bien de todos.

Intuyo, aunque sin pruebas fehacientes, que un porcentaje significativo de los que votaron por Hernández lo hicieron más como un rechazo a Petro y a Francia Márquez y al PH que por que estuviesen convencidos de que el ingeniero era la mejor opción para Colombia. Esto significa que hay más de 10 millones de almas inconformes y que cargan hoy con un gran miedo por lo que pueda pasar en el futuro cercano; entre esas almas me encuentro yo. Hay temor a un desplome sustancial en la economía nacional, a que los paramilitares y -quizá- las guerrillas recrudezcan sus ataques, a la persecución política contra los que pensemos diferente, a que Petro se quede en el poder indefinidamente, a que el "vivir sabroso" sea apenas una ilusión que se esfumará en poco tiempo. En fin, hay un sinnúmero de miedos que algunos tenemos aún a flor de piel, ante la perspectiva de un futuro demasiado incierto. 

El discurso de Gustavo Petro, después de unas emocionantes palabras de agradecimiento por parte de Francia Márquez, dejó en el ambiente una sensación de esperanza, al menos eso me pasó a mi y a todos en mi casa. Ahora bien, estoy seguro que muchos no lo ven así, pero, desde mi perspectiva, Petro en sus palabras dibujó de manera elocuente el país que la mayoría de colombianos y colombianas soñamos. Como él mismo lo expresó: "las elecciones, más o menos, mostraron dos Colombias (...) nosotros queremos que Colombia en medio de su diversidad sea una Colombia, no dos Colombias, y para que sea una Colombia necesitamos del amor... Entendida la política del amor como una política del entendimiento, como una política del diálogo, como una política de comprendernos los unos a los otros". Como diría Pablo Bohórquez, éstas son "palabras mayores". No cabe duda que ha sido un gran discurso, de los mejores que he escuchado en mucho tiempo. ¿Pero cómo hacerlo realidad? 

Más allá de si estas sentidas palabras han salido de lo profundo de su corazón o no, y si son fruto de un sueño sincero o no, me pregunto: ¿seremos capaces de hacer realidad estas palabras? ¿seremos capaces, entre todos y todas, de hacer de Colombia una Potencia Mundial de la Vida? Por ahora, no parece una tarea fácil. Hay muchas heridas, unas viejas y otras más nuevas. Hemos vivido por muchos años en medio de la pobreza, la desigualdad, las injusticias, la violencia; de hecho, son muchos y muchas los que han muerto injustamente a causa de sus ideas. A esta triste realidad, se suma todo el odio que se exacerbó a lo largo de la campaña presidencial, gracias en buena medida a las mentiras, los engaños y los insultos que se dieron, de un lado y otro, entre los miembros o los simpatizantes de ambas bandos. Hay que reconocerlo, éramos dos bandos, dos Colombias opuestas, y lo seguimos siendo.

Aunque hasta cierto punto los ánimos se han calmado y hay menos revuelo en las redes sociales y, seguramente, menos discusiones familiares, se siguen viendo y escuchando expresiones de odio, de rabia, de tristeza o, también, de una infundada superioridad. Algunos ganadores se están creyendo "los buenos de la historia", con una grandeza sin piso, fruto de su ego y de su ceguera. Y del otro lado, están los más pesimistas, que siguen echando leña al fuego, que empezaron desde ya a vaticinar un futuro demasiado oscuro para nuestro país. 


Personalmente creo que resulta muy precipitado hacer pronósticos claros (sean pesimistas u optimistas) sobre lo que nos espera a partir del próximo 7 de agosto, cuando Gustavo Petro Urrego se posesione como nuevo Presidente de Colombia y Francia Márquez como la nueva Vicepresidenta, la primera mujer afrodescendiente, de origen humilde, en ocupar ese cargo. La historia aún está por escribirse. ¿Qué tal si cada uno, sin importar de que bando seamos, hacemos un esfuerzo, y ponemos de nuestra parte por escribir una historia bonita, digna de ser contada, de la que podamos sentirnos orgullosos? 

A pesar de todos los miedos y dudas que tengo, prefiero mirar al futuro con alegría. Elijo enfrentar la incertidumbre con optimismo y buscar caminos para hacer realidad la "política del amor", no porque este de moda el tema, ni porque sea la promesa del presidente electo, sino porque creo que realmente es lo mejor para todos. Como lo dijo hace ya varios años, la líder religiosa, de origen italiano, Chiara Lubich, "la política es el amor de los amores", porque su objetivo principal es buscar los mejores caminos para lograr el bien común.  

Dicen que las palabras y el pensamiento tienen poder, ¿Cuánto poder no podríamos tener y proyectar si sincronizamos los de todos los Colombianos y las Colombianas de buena voluntad que soñamos con la paz, el progreso eco-sostenible y la justicia social? ¿Lo logras imaginar?

Espero, con todo mi corazón, que este momento no se quede solo en infértil poesía. Ya veremos.

Un abrazo.

1 de junio de 2022

NUESTRA DEMOCRACIA ESTA VIVA

El pasado domingo 29 de mayo, en Colombia, tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales, bajo un ambiente de zozobra y tensiones entre las dos grandes fuerzas políticas que actualmente existen en Colombia: los petristas y los uribistas, fruto de la nefasta costumbre que tenemos de personalizar la política. Sin embargo, en total se presentaron 6 candidatos, de los cuales debíamos elegir dos para la segunda vuelta que será el próximo 19 de junio.    

En principio había cuatro candidatos que se hicieron mas visibles durante la campaña a primera vuelta: Gustavo Petro, que punteaba en las encuestas, Federico Gutiérrez, que hasta poco antes del 29 iba de segundo, Sergio Fajardo (el mas preparado y con el mejor programa de todos) y Rodolfo Hernández, el "ingeniero" de Bucaramanga, quien hizo una campaña en redes impresionante. Al final del día, el pueblo se pronunció, dándole a Petro y a Francia algo mas de 8.500.000 de votos (logrando conquistar un 40,32%) y al ingeniero Hernández con su, hasta ahora, desconocida fórmula vicepresidencial, casi 6.000.000 (lo que representa el 28,15% de la votación). No puede dejarse de lado el abstencionismo que en este caso llegó a un 45%.    


Contrario a lo que han dicho en varias ocasiones Gustavo Petro y Francia Márquez, en relación con que en Colombia no hay democracia, las filas a primera hora de la mañana, al menos en Tocancipá (norte de Cundinamarca), fueron bastante largas. En general, se observó una afluencia continua de personas, hombres y mujeres, durante todo el día, a pesar de las condiciones climáticas (fue un día lluvioso).

Los videos que comparto a continuación son una muestra de que la democracia en Colombia, aunque frágil, sigue viva. Y, por fortuna, hasta donde se supo, fue una jornada tranquila en prácticamente todo el territorio nacional. 







En otro momento haré un análisis mas a fondo sobre los resultados; eso espero.
A pesar del abstencionismo, sigo creyendo que ganó la democracia y cayeron las maquinarias políticas que usualmente han manipulado, de una u otra manera, este gran evento.
No obstante, quiero señalar que los resultados no son fruto de un análisis profundo de los programas políticos, son solo el resultado del descontento contra la clase dirigente y también de la tensa lucha que se viene dando desde hace ya unos años entre el antiuribismo y el antipetrismo.
Para las elecciones presidenciales, la mayoría de los colombianos y las colombianas nos movemos por emociones, por imágenes, por ideas fijas o estereotipos, por sentimientos, pero no por razonamientos lógicos ni por un análisis concienzudo de los programas que proponen los candidatos. Son muy pocos los ciudadanos responsables que se los leen y los estudian a fondo.   

15 de abril de 2022

Lo que estamos sembrando en Colombia





¿Quién podría traernos los peores cuatro años de gobierno después de estas elecciones? Es una pregunta muy polémica, pero necesaria en estos momentos. Ahora bien, para mí, la respuesta no está solo en el nombre específico de un candidato. No será ni Gustavo Petro, ni Federico Gutiérrez, ni Sergio Fajardo, ni Rodolfo Hernández. Los peores cuatro años de nuestras vidas, como país, quizá los estamos sembrando ya desde ahora, con tanto odio, tanto resentimiento, tanta irracionalidad. No importa quién gane, el odio, la rabia, el miedo están ya enquistados, corren por nuestra sangre junto con los glóbulos blancos y rojos que necesitamos para sobrevivir. Así no, así no quiero vivir. ¿Y usted?

Somos, en fin, tan emocionales y tan poco críticos que además de dividirnos solamente entre "buenos" y "malos", ahora está de moda dividirnos entre "petristas", "uribistas", "fiquistas", "fajardistas"... Los de cada bando ven al resto como los malos del paseo, o los ciegos, o los sordos y la única forma posible de “conversación” es la de atacar al que piensa diferente con todo tipo de insultos. Uno entra a twitter y eso parece una batalla campal de improperios que van y vienen, algunos más virulentos que otros.  

Estamos espantosamente divididos, triste y gravemente divididos, pero no solo por culpa de los candidatos presidenciales; en especial, no es solo culpa de Petro o de Uribe. No, ellos no son los únicos que nos dividen. Ellos plantaron las semillas del odio, de la sordera y de la des-unidad, pero nosotros nos hemos encargado de regarlas, alimentarlas y hacerlas crecer, cada vez más, cada día con más pasión.  

Estamos divididos porque es parte de nuestra cultura, desde Bolívar y Santander, la que nos han inculcado desde hace muchos, muchos años. Una cultura desgastada en la que solo existen buenos y malos, católicos o cristianos y todos los demás, ladrones y honestos, conservadores y liberales, o, los de izquierda y los de derecha. Esta es una mirada demasiado estrecha de nuestra inmensa riqueza como nación. Una riqueza compuesta de  una gran biodiversidad, pero también de indígenas sabios y afro descendientes cultos y alegres, de mestizos diversos, pujantes y solidarios, de gente buena.

Somos mucho más que una ideología, que grupos categorizados según unos adjetivos estigmatizadores. Tenemos la posibilidad de ser grandes, de hacer de éste un país mejor, pero preferimos engarzarnos en peleas infinitas, en lugar de construir. Así somos. Queremos a toda costa tener la razón y con frecuencia, pase lo que pase, digan lo que nos digan, de ahí no nos movemos. Preferimos nuestras razones a reflexionar sosegadamente, o peor aún, preferimos tener razón a los abrazos, a los besos, a las charlas intelectuales o a una velada de guitarras y canciones entre amigos que piensan diferente. ¿Usted qué piensa?   

En estos momentos de tanta tensión, no vemos que cada persona, aunque no la conozcamos más que por sus “post”, es más que eso, es decir, es más que una "ideología" o postura política que se exacerba cada cuatro años. Cada persona es una historia que merece ser contada y escuchada, no importa si es antiuribista o antipetrista… La historia de cada uno tiene aristas más importantes, más bellas, más dicientes que esos adjetivos de moda, que, por el significado que encierran, llaman más bien a encender una guerra de pandillas, y no logramos ver que detrás de la máscara, de la rabia o del resentimiento, también hay alegrías y  dolores.   

Cualquier que salga elegido, lo más seguro, es que nos decepcionará y, eso sí, segurísimo, habrá muchos descontentos, otros a quienes les parecerá bien y celebrarán, y otros a los que nada les importe. Quien quiera que salga elegido, montará finalmente el "show" según las circunstancias, según sus deseos y siguiendo el juego mezquino de la política (la política mal entendida). Quizá algunos más que otros, pero todos son iguales, hasta que no se demuestre lo contrario.

Así que, propongo, ingenuamente, que en lugar de esas etiquetas, nos pongamos todos la camiseta principal: la de ser orgullosamente Colombianos. ¿No sería mejor?

Ahora bien, sin duda, debemos tomar un decisión, cada uno la que crea más sensata; igualmente estamos llamados (todos y todas) a participar en política, pero de manera proactiva y constructiva, desde la perspectiva de una democracia relacional participativa, buscando crear puentes en lugar de murallas.  

Qué tal si mejor apostamos por la Concordia Nacional. Busquemos los acuerdos, más que las diferencias. Y que Dios nos guie en este momento decisivo de nuestra historia.





Los guerreros

El guerrero  Los guerreros de nuestra patria  ¿Por qué los mataron? Una pregunta sin respuestas.  Lo cierto es que ya no están con nosotros....