5 de enero de 2025
¿Quo vadis?
4 de noviembre de 2024
Ella sigue afuera
Ella sigue afuera, esperando tu respuesta. No le importó dormir bajo la lluvia y soportar el frio de la madrugada, ni siquiera los murmullos tenebroso que se escuchan a lo lejos. Pausa.
Déjala entrar, Javi, y escúchala. Quizá eso sane tu herida y la de ella también. Silencio.
Javier deslizó la cortina de su cuarto, comprada hace apenas quince días, y dirigió su mirada hacia ella. La vio inmóvil, como si nada la inmutara. Era la misma de siempre, pero con la tez más blanca y el cabello corto, con unas incipientes canas.
En un instante donde el tiempo dejó de andar, ella levantó su cara y lo miró con una ternura para él desconocida. La vio sonreír y observó con estupor sus ojos húmedos. Sintió, de repente, que su corazón latía como nunca antes lo había hecho.
Sin pensar demasiado en lo que hacía, se giró sobre sí mismo en dirección a la puerta de su alcoba. Fue entre caminando y corriendo hacia la escalera principal y bajó con una tormenta de sentimientos batiéndose por todo su cuerpo. Todo el resentimiento guardado por años, pareció desvanecerse en un instante.
Llegó en un soplo hasta el primer piso, pasó la sala de un brinco, abrió la puerta y salió corriendo.
Ella se desprendió por fin de sus miedos y echó andar con el único deseo de abrazarlo y pedirle perdón, como lo venía soñando desde hacia ya cuatro meses y veintiún días.
12 de octubre de 2024
Tranquilidad interrumpida. Cuento.
La tranquilidad interrumpida
Era el último sábado de marzo, por la tarde, cuando sonó, tímidamente, el timbre de su apartamento. Andrea creyó, por un momento, que era solo producto de su imaginación. Estaba absorta en su estudio, escribiendo el tercer capítulo de su tesis de maestría. Unos segundos después el timbre volvió a sonar con más determinación. Ella se sobresaltó. No esperaba a nadie. ¿Quién podía ser? Su instinto –que al decir verdad no tenía muy desarrollado- se despertó y la empujó a la cocina a sacar un cuchillo. Su corazón empezó a latir con fuerza presintiendo la llegada del peligro. En su vida, tan tranquila y relajada, esa no era una posibilidad. Pero en este mundo en que vivimos cualquier día puede suceder algo que rompa la cotidianidad y la vida tome un curso inesperado.
El timbre volvió a sonar por tercera vez, pero el tono
era distinto, parecía más amigable. Ella bajó la guardia. El barrio donde vivía
era seguro. ¿Por qué alarmarse? No obstante, sintió un extraño escalofrío en la
espalda. La paranoia no era un estado natural en su mundo casi perfecto. Pero sólo
reflexionaría sobre ello unos días más tarde. Entonces, sin pensarlo, abrió la
puerta.
Un hombre joven, pero desconocido, con una sonrisa
encantadora estaba al otro lado de la puerta. “Buenas tardes señorita. Disculpe
que la moleste a esta hora”. Como su instinto seguía inusualmente despierto,
apretó el arma que tenía en su mano y la puso de tal modo que el recién llegado
la viera. Él, que tenía sus planes, miró el cuchillo y solo atinó a decir, en
tono jocoso: ¿No pensará usarlo conmigo?, ¿verdad? Y soltó una risa contagiosa
y dejó ver sus manos limpias. – “Soy, soy su vecino, vivo en el apartamento que
queda justo arriba del suyo. Me llamo Alejandro”. Segundos de silencio
inundaron la atmósfera incierta del relajado espacio en que vivía Andrea.
“Disculpe. Tuve, tuve un extraño presentimiento. Dejaré el cuchillo en la
cocina”. Soltó estas palabras con asombrosa lentitud. Se sentía como extraída involuntariamente
de su burbuja de cristal y pensó que el miedo que sentía era producto de su
imaginación.
El hombre entró sigilosamente mirando con un rápido
movimiento de su cabeza todo el apartamento. Supo que la linda y atemorizada
chica estaba sola. Por supuesto, ya lo sabía, pero era bueno comprobarlo. No
obstante, se sintió extrañamente observado. En aquel apartamento sí había dos
cámaras ocultas, pero estaban apagadas en ese momento.
- “No te quiero molestar.
Sólo necesito un poco de sal”.
- “¿Perdón?” Una petición
demasiado extraña. No era de noche. El aparecido podía ir a comprar sal a
cualquiera de las dos tiendas que quedaban cerca del edificio.
- “Que si me puedes
regalar un poco de sal”.
- “Si, si, no hay
problema. Pero me temo que no tengo una bolsa donde echarla”.
- “Yo traigo una. “
- “Eh… Ven a la cocina”
Él se acercó mirándola con un dejo de ternura y de
sarcasmo al mismo tiempo, pero ella no lo percibió tan claramente. No sabía
bien que pensar. El hombre parecía un tipo buena gente y hasta bien parecido
que sí era, pero una vocecilla interior le decía que no confiara demasiado. De
pronto lo vio muy cerca y ella sólo atinó a dar unos pasos atrás. Ya con el
tarro de sal en la mano se irguió lentamente y lo miró a los ojos, tratando de
decirle, “no te sobrepases”. Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda.
-
“Mmm… Acércame la bolsa y yo te pongo un poco… ¿Cómo
cuánto necesitas?”
-
“Realmente sólo lo suficiente para darle sabor a una sopa
que voy a preparar. Te puedo invitar a probarla luego”.
-
“Gracias, pero estoy muy ocupada en un trabajo para la
universidad”.
-
“Comprendo…”
-
“Perdona, pero de verdad estoy muy ocupada y no me gusta
aceptar invitaciones de extraños. No sé quién eres ni qué haces con tu vida.”
-
“Sí… por supuesto. Tienes razón. Yo ahora estudio administración
de empresas en la Javeriana. Voy en noveno semestre ya. Soy de Cartago, Valle”.
“¿Quieres saber algo más?”
-
“Por ahora no. Gracias”. Un silencio incomodo se
interpuso entre los dos. “Mira, aquí tienes la sal. Espero que sea suficiente”.
-
“Sí. En realidad, es más de lo que necesito, pero me
servirá para preparar otros platos que espero tengas tiempo de probar”.
-
“Ya… Mira, la verdad quiero seguir con mi trabajo. Si eso
es todo, te agradezco que me dejes sola”.
El teléfono de Andrea
sonó para romper la atmósfera extraña y tensa que se había asentado en su
apartamento. Alejandro, entre tanto, sintió de nuevo que alguien los observaba
y, por un momento, creyó estar paralizado.
-
¿Aló? Buenas tardes (…)
-
Hola Andrea, ¿cómo estás?
-
Ah, Eduardo, que milagro que me llames.
-
Estoy cerca de tu apartamento y quería saber si puedo
pasar.
-
Claro, claro que sí. Estoy con un vecino, pero ya se va.
Lo dijo con un tono más fuerte, mientras miraba al piso.
-
Listo, llego en máximo diez minutos. ¿vale?
Ella colgó, esperando que el tal Alejandro se marchara de
inmediato. A pesar de la sonrisa conquistadora que tenía, le generaba desconfianza.
El instinto femenino casi nunca falla.
-
¿Un amigo tuyo?
-
Sí, viene para acá. Estaba en el gimnasio y quiere que
salgamos a comer.
-
Claro. Comprendo. Entonces, lo mejor es que me vaya. Lo
dijo con la voz algo temblorosa.
-
Sí… dijo ella escuetamente, con una sonrisa fingida
tratando de disimular el miedo que sentía.
De nuevo el silencio habitó el espacio enrarecido de ese
apartamento en el que Andrea llevaba ya dos años viviendo y en el que se había
familiarizado con la soledad, con los libros y la comida congelada.
Ella nunca lo había visto. De eso estaba segura. Ella
andaba en su mundo, pero no era muy consciente de que la realidad es más grande
que las palabras y las ideas perpetuadas en los libros y va más allá del
estudio sistemático de un problema. El conocimiento es importante. Así lo creía
ella, con todo su corazón y toda su mente. Pero se percató en esos segundos de
silencio que desconocía muchas facetas de la realidad que la circundaba. No es
que confiara demasiado en la gente, la verdad no; más bien le importaba poco lo
que pensaran o hicieran los demás con sus vidas. Unos días después, al
rebobinar los hechos de esa tarde, se dio cuenta que socializar y conversar es
importante para entender el mundo y… para sobrevivir.
-
“Mira… me gustaría seguir hablando contigo, pero la
semana que viene tengo mucho trabajo y debo aprovechar este fin de semana para
adelantar mi tesis. Esto es como un karma que parece no tener fin… No sé si me
entiendas”.
-
“Creo que sí. No te preocupes. He venido sin avisar y ya
me has hecho un gran favor… Así que gracias y, bueno, creo que mejor me despido”.
-
“Gracias. Feliz tarde”.
-
“Igualmente. Que te inspires con lo que estás escribiendo….
ya nos veremos”.
Mientras decía esas palabras salió sigilosamente, casi de la misma manera como había entrado, con la navaja intacta y su mano derecha como entumecida. No le dio tiempo a Andrea de dar alguna respuesta. Pero ella se quedó inmóvil, mirando fijamente la puerta abierta y se sintió como desnuda, sola y abandonada. Por una extraña razón que no lograba comprender sintió ganas de llamarlo e invitarlo a quedarse, a seguir conversando. Se estaba volviendo una mujer demasiado solitaria. A excepto de sus encuentros esporádicos con Juliana y con Eduardo, no tenía más amigos con quienes compartir. Nunca se había sentido mal por ello, no hasta ahora. Pero de nuevo sintió un escalofrío, un miedo escondido, sutil, pero presente, que tampoco supo explicar. Dio unos pasos, cerró la puerta y respiró tres veces atrayendo hacia sí la tranquilidad perdida.
¿Y ahora, dónde iba? Este chico inoportuno me ha hecho
perder el hilo. Pensó. Volvió a su computadora, pero el ánimo no la acompañaba
para seguir escribiendo. Había algo en el ambiente que parecía ocupar todo el
espacio, una energía de paz desconocida, algo que ella no supo entender en ese
momento. Entonces, con una leve sonrisa, fue hacia el sofá y cogió al libro que
estaba leyendo, pero tampoco pudo concentrarse. Respiró profundo. Luego retornó
la calma y pudo sumergirse con todo su ser en la lectura de “¿Qué significa hablar?” de Pierre
Bourdiue. Se había propuesto no leer completos ninguno de los libros que había
escogido para el marco teórico de su tesis, pero con éste no pudo resistir a la
tentación de leerlo de la primera a la última página. Ya había superado la
mitad y la tenía atrapada como varias de las obras del famoso sociólogo
francés. Sin embargo, sonó el citofono. Era Eduardo.
***
Mientras Andrea intentaba ser de nuevo ella misma y
volver a su normalidad, Javier ya había cruzado la puerta e iba caminando por
la calle, cavilando sobre lo que le acababa de ocurrir. ¿Qué lo había detenido?
Algo muy extraño pasó cuando vio a la chica con el cuchillo y luego, cuando
intentó acercársele en la cocina. Y luego, con la llamada del amigo. Y la
extraña sensación de sentirse observado. Volvió a hacerse la misma pregunta.
¿Qué lo había detenido? Lo más extraño de todo es que ni siquiera tenía rabia.
Más bien tenía ganas de reír y de volver sobre sus pasos. Pero sería mejor otro
día. ¿Y por qué le dijo que estudiaba en la Javeriana? Ese no era el libreto. Una
sensación de pérdida de equilibrio lo estremeció por unos segundos. ¿Qué
tendría esa chica de ojos cafés que lo desvió misteriosamente de su objetivo marcado
ya por la costumbre? O mejor decir, ¿por el hábito? Soltó una carcajada. ¿Puede
el robo convertirse en un hábito? Tal vez era momento de dejarlo. ¿Es posible
convertirse en una buena persona de un momento a otro? Sin motivo aparente,
asomó en su cabeza el recuerdo de su viejo amigo Fabio, quien lo indujo en el
mundo del robo y la delincuencia, cuando apenas tenía 14 años. Fabio llevaba ya
un año en la cárcel y en todo ese tiempo nunca había ido a visitarlo. ¡Soy un
mal amigo! Creo que mañana iré a visitarlo y le diré que el destino me llama a
tomar otro rumbo y convertirme en un tipo decente. Sí, definitivamente, es hora
de cambiar. Siguió caminando con más energía y una sonrisa asomó en sus labios
al pensar de nuevo en los ojos misteriosos de Andrea.
Silencio. Las hojas de los árboles sonaban con más fuerza
que de costumbre. ¿O era su imaginación, fruto de la confusión de la última
inexplicable experiencia? Sintió unos ojos clavados en su nuca, por su costado
izquierdo. Alguien lo observaba, pero no sabía desde donde. Sintió, de nuevo,
un ligero escalofrío. Su último robo, hace ocho días, no había salido tan bien.
La víctima, una joven de tiernos 17 años, había resultado ser una presa
resistente y tuvo que atarla con más fuerza que a otras de sus objetivos
anteriores.
De repente, de la nada, salió esa voz fatídica que era
premonición de que la fiesta se había acabado.
-
Deténgase donde está, Sr. Gómez.
-
¡Ah! ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? ¿Cómo sabe mi apellido?
(Maldición, porque admitió que era él…) Miró hacia atrás. Era un agente de
policía, de unos 40 años, corpulento. Parece que le gustaba el gimnasio. ¿Los
policías van al gimnasio, todos los días?
-
Javier Gómez. Queda detenido por hurto a mano armada en
propiedad ajena. Esbozó una sonrisa sarcástica. Me da gusto conocerlo, lástima
que sea en estas circunstancias.
No le dio tiempo a escapar. Las esposas atraparon sus
muñecas antes de que él pudiera darse cuenta. Además de musculoso, muy ágil con
las manos el policía.
-
Viene conmigo a la estación. De inmediato.
Un carro vino tinto, que no era de policía, pero tenía su sirena, se parqueo junto a la acera y sin apenas darse cuenta, Javier estaba sentado y paralizado; una mirada cruel e irónica, como de triunfo, que venía del espejo retrovisor, posada sobre su incredulidad, incapaz de pronunciarse. Se percató que una moto de la policía los escoltaba. ¿Cómo no los vio? Era clarísimo que lo estaban siguiendo.
***
Sábado, ocho días después. Andrea estaba sentada de nuevo
en el sofá, tomándose un café y –como algo poco usual- cogió el periódico del día
anterior y se puso a ojearlo. Página 5… “Capturado joven apartamentero,
denunciado por una de sus víctimas”. Quedó en shock al ver la foto. Era Alejandro,
estaba segurísima, pero el pie de foto decía “Javier Eduardo Gómez Pantilla”. Tuvo que respirar profundamente. Un frio puntiagudo
recorrió su espalda, luego sus piernas y saltó a los brazos y a la cara. Era el
mismo, no cabía duda. ¿Pero cómo? Leyó el reporte, sin prestarle mucha
atención. Por un segundo imaginó todo lo que hubiera podido ocurrir y sobre
cómo estaría ella ahora, envuelta en pensamientos de miedo y de tristeza, en su
apartamento desolado o en la casa de sus primos o quién sabe dónde. Se había
salvado de una tragedia. Sus presentimientos de ese día no eran infundados. Su
instinto, su subconsciente o como quiera que se llame, la habían puesto en
alerta. Pero no le pasó nada. ¿Cómo explicarlo? ¿Por qué? ¿Por qué ella? ¿Qué
fuerza sobrenatural la protegió?
Estaba decidido, se cambiaría de apartamento. Ya lo había
pensado, pero ahora lo pondría por obra, de inmediato. Se miró de abajo a
arriba en el espejo de la sala y se echó a llorar, luego de unos minutos empezó
a reír. Era una chica con suerte. Andrea no era muy creyente, pero a partir de
ese día tuvo la certeza de que seres extraños nos acompañan y cuando quieren
nos protegen. ¿Por qué empezó a pensar así? Mejor no preguntárselo. No sabría
explicarlo, pero esa idea la acompañaría por muchos años más. Claro que ella no
lo sabía entonces.
Aquel día era para celebrar. Tomó su teléfono y marcó el número de Juliana.
Jaime Borda Valderrama
13 de diciembre de 2023
Necesito tiempo (micro cuento)
* Solo quiero tener tiempo
- ¿Para qué?
* Bueno, para disfrutarlo, para no pensar, para desconectarme
- En ese caso lo que necesitas no es tiempo, es voluntad y coraje para cortar con todo lo que te ata y darte la oportunidad de no hacer nada, o simplemente salir a caminar, sin rumbo fijo.
* Estas loco... caminar sin rumbo fijo. (Soltó una carcajada de liberación)
- No, no, tú estás loco o, peor aún, no entiendes que estás subyugado por tus pensamientos y por las circunstancias.
Silencio
* Caramba. Caramba. Quizá tengas razón.
- Por supuesto que tengo razón.
El sol se ocultó una vez más, dejando tras de si una estela de colores pálidos. El día se había ido y él, como otros muchos, seguía naufragando entre divagaciones incongruentes, sin apenas darse cuenta de lo que está pasando.
&&&&&&&&
2 de noviembre de 2023
Sin remedio
Estamos perdidos,
nos han robado la racionalidad,
y el pensamiento,
la capacidad de preguntar y de dudar.
Creemos todas las mentiras,
nos seducen el dinero, las viandas y el poder;
nos embriagamos con pasajeras ilusiones.
El brillo del mundo es una falacia,
pero su luz enceguece, adormece y
casi aniquila las conexiones neuronales.
Los caudillos endulzan los oídos
del pueblo adormecido.
Las promesas vanas se abren paso
entre el fango de la ignorancia;
y obnubiladas por ellas
las gentes aplauden felices a sus farsantes,
esos mismos que hoy les dan un plato
para quedarse mañana con toda la cosecha.
El fatuo poder que da una cierta posición,
encandila aún a los más titulados.
Y el dinero fácil que el poderoso ofrece,
entorpece todavía más al ignorante.
De nada sirve una democracia
enjaulada entre mentiras y
maquiavélicas complejidades.
¿Lograremos un día al monstruo vencer?
¿Cómo haremos para que la vela se vuelva faro?
¿Cómo despertaremos las consciencias dormidas?
¿Cómo instalaremos el reinado de la moral y la ética?
¿Y el reinado del Amor?
Esta patria necesita de otro pueblo.
Por: Jaime Borda V. (Dono)
1 de mayo de 2023
La vida, aquí y ahora
30 de diciembre de 2022
Cada día puede ser mejor que el anterior
23 de junio de 2022
Entre una visión apocalíptica y una esperanza solidaria
Finalmente han pasado las elecciones en Colombia y el país tiene un nuevo presidente que empezará a ejercer sus funciones a partir del próximo 7 de agosto. El pueblo colombiano se ha pronunciado en las urnas y ha decidido darle la oportunidad de gobernar el país al izquierdista Gustavo Petro Urrego y a la líder social, afrodescendiente, Francia Márquez Mina. Un hito histórico para nuestro país.
La corta diferencia de casi 750.000 votos entre Gustavo Petro, del llamado "Pacto Histórico" y el outsider Rodolfo Hernández, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, ha dejado como resultado un ganador y también un país claramente dividido. Ya lo estábamos, pero las votaciones del pasado domingo 19 de junio lo han dejado aún más en evidencia: por el ingeniero de Piedecuesta Rodolfo Hernández votaron 10.580.399 personas, mientras que por el ex-senador y líder de izquierda Gustavo Petro, oriundo -al parecer- de Ciénaga de Oro (Córdoba) votaron 11.281.002 colombianos y colombianas. Contrario a lo que este segundo candidato y su fórmula vicepresidencial dijeron, no hubo fraude electoral, o al menos eso parece hasta el momento. Muchos "rodolfistas" tienen sus dudas al respecto. Esperemos que se disipen en el corto plazo, para bien de todos.
Intuyo, aunque sin pruebas fehacientes, que un porcentaje significativo de los que votaron por Hernández lo hicieron más como un rechazo a Petro y a Francia Márquez y al PH que por que estuviesen convencidos de que el ingeniero era la mejor opción para Colombia. Esto significa que hay más de 10 millones de almas inconformes y que cargan hoy con un gran miedo por lo que pueda pasar en el futuro cercano; entre esas almas me encuentro yo. Hay temor a un desplome sustancial en la economía nacional, a que los paramilitares y -quizá- las guerrillas recrudezcan sus ataques, a la persecución política contra los que pensemos diferente, a que Petro se quede en el poder indefinidamente, a que el "vivir sabroso" sea apenas una ilusión que se esfumará en poco tiempo. En fin, hay un sinnúmero de miedos que algunos tenemos aún a flor de piel, ante la perspectiva de un futuro demasiado incierto.
El discurso de Gustavo Petro, después de unas emocionantes palabras de agradecimiento por parte de Francia Márquez, dejó en el ambiente una sensación de esperanza, al menos eso me pasó a mi y a todos en mi casa. Ahora bien, estoy seguro que muchos no lo ven así, pero, desde mi perspectiva, Petro en sus palabras dibujó de manera elocuente el país que la mayoría de colombianos y colombianas soñamos. Como él mismo lo expresó: "las elecciones, más o menos, mostraron dos Colombias (...) nosotros queremos que Colombia en medio de su diversidad sea una Colombia, no dos Colombias, y para que sea una Colombia necesitamos del amor... Entendida la política del amor como una política del entendimiento, como una política del diálogo, como una política de comprendernos los unos a los otros". Como diría Pablo Bohórquez, éstas son "palabras mayores". No cabe duda que ha sido un gran discurso, de los mejores que he escuchado en mucho tiempo. ¿Pero cómo hacerlo realidad?
Más allá de si estas sentidas palabras han salido de lo profundo de su corazón o no, y si son fruto de un sueño sincero o no, me pregunto: ¿seremos capaces de hacer realidad estas palabras? ¿seremos capaces, entre todos y todas, de hacer de Colombia una Potencia Mundial de la Vida? Por ahora, no parece una tarea fácil. Hay muchas heridas, unas viejas y otras más nuevas. Hemos vivido por muchos años en medio de la pobreza, la desigualdad, las injusticias, la violencia; de hecho, son muchos y muchas los que han muerto injustamente a causa de sus ideas. A esta triste realidad, se suma todo el odio que se exacerbó a lo largo de la campaña presidencial, gracias en buena medida a las mentiras, los engaños y los insultos que se dieron, de un lado y otro, entre los miembros o los simpatizantes de ambas bandos. Hay que reconocerlo, éramos dos bandos, dos Colombias opuestas, y lo seguimos siendo.
Aunque hasta cierto punto los ánimos se han calmado y hay menos revuelo en las redes sociales y, seguramente, menos discusiones familiares, se siguen viendo y escuchando expresiones de odio, de rabia, de tristeza o, también, de una infundada superioridad. Algunos ganadores se están creyendo "los buenos de la historia", con una grandeza sin piso, fruto de su ego y de su ceguera. Y del otro lado, están los más pesimistas, que siguen echando leña al fuego, que empezaron desde ya a vaticinar un futuro demasiado oscuro para nuestro país.
Personalmente creo que resulta muy precipitado hacer pronósticos claros (sean pesimistas u optimistas) sobre lo que nos espera a partir del próximo 7 de agosto, cuando Gustavo Petro Urrego se posesione como nuevo Presidente de Colombia y Francia Márquez como la nueva Vicepresidenta, la primera mujer afrodescendiente, de origen humilde, en ocupar ese cargo. La historia aún está por escribirse. ¿Qué tal si cada uno, sin importar de que bando seamos, hacemos un esfuerzo, y ponemos de nuestra parte por escribir una historia bonita, digna de ser contada, de la que podamos sentirnos orgullosos?
A pesar de todos los miedos y dudas que tengo, prefiero mirar al futuro con alegría. Elijo enfrentar la incertidumbre con optimismo y buscar caminos para hacer realidad la "política del amor", no porque este de moda el tema, ni porque sea la promesa del presidente electo, sino porque creo que realmente es lo mejor para todos. Como lo dijo hace ya varios años, la líder religiosa, de origen italiano, Chiara Lubich, "la política es el amor de los amores", porque su objetivo principal es buscar los mejores caminos para lograr el bien común.
Dicen que las palabras y el pensamiento tienen poder, ¿Cuánto poder no podríamos tener y proyectar si sincronizamos los de todos los Colombianos y las Colombianas de buena voluntad que soñamos con la paz, el progreso eco-sostenible y la justicia social? ¿Lo logras imaginar?
Espero, con todo mi corazón, que este momento no se quede solo en infértil poesía. Ya veremos.
Un abrazo.
1 de junio de 2022
NUESTRA DEMOCRACIA ESTA VIVA
El pasado domingo 29 de mayo, en Colombia, tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales, bajo un ambiente de zozobra y tensiones entre las dos grandes fuerzas políticas que actualmente existen en Colombia: los petristas y los uribistas, fruto de la nefasta costumbre que tenemos de personalizar la política. Sin embargo, en total se presentaron 6 candidatos, de los cuales debíamos elegir dos para la segunda vuelta que será el próximo 19 de junio.
En principio había cuatro candidatos que se hicieron mas visibles durante la campaña a primera vuelta: Gustavo Petro, que punteaba en las encuestas, Federico Gutiérrez, que hasta poco antes del 29 iba de segundo, Sergio Fajardo (el mas preparado y con el mejor programa de todos) y Rodolfo Hernández, el "ingeniero" de Bucaramanga, quien hizo una campaña en redes impresionante. Al final del día, el pueblo se pronunció, dándole a Petro y a Francia algo mas de 8.500.000 de votos (logrando conquistar un 40,32%) y al ingeniero Hernández con su, hasta ahora, desconocida fórmula vicepresidencial, casi 6.000.000 (lo que representa el 28,15% de la votación). No puede dejarse de lado el abstencionismo que en este caso llegó a un 45%.
Contrario a lo que han dicho en varias ocasiones Gustavo Petro y Francia Márquez, en relación con que en Colombia no hay democracia, las filas a primera hora de la mañana, al menos en Tocancipá (norte de Cundinamarca), fueron bastante largas. En general, se observó una afluencia continua de personas, hombres y mujeres, durante todo el día, a pesar de las condiciones climáticas (fue un día lluvioso).
Los videos que comparto a continuación son una muestra de que la democracia en Colombia, aunque frágil, sigue viva. Y, por fortuna, hasta donde se supo, fue una jornada tranquila en prácticamente todo el territorio nacional.
A pesar del abstencionismo, sigo creyendo que ganó la democracia y cayeron las maquinarias políticas que usualmente han manipulado, de una u otra manera, este gran evento.
No obstante, quiero señalar que los resultados no son fruto de un análisis profundo de los programas políticos, son solo el resultado del descontento contra la clase dirigente y también de la tensa lucha que se viene dando desde hace ya unos años entre el antiuribismo y el antipetrismo.
Para las elecciones presidenciales, la mayoría de los colombianos y las colombianas nos movemos por emociones, por imágenes, por ideas fijas o estereotipos, por sentimientos, pero no por razonamientos lógicos ni por un análisis concienzudo de los programas que proponen los candidatos. Son muy pocos los ciudadanos responsables que se los leen y los estudian a fondo.
15 de abril de 2022
Lo que estamos sembrando en Colombia
Somos, en fin, tan emocionales y tan poco críticos que además de dividirnos solamente entre "buenos" y "malos", ahora está de moda dividirnos entre "petristas", "uribistas", "fiquistas", "fajardistas"... Los de cada bando ven al resto como los malos del paseo, o los ciegos, o los sordos y la única forma posible de “conversación” es la de atacar al que piensa diferente con todo tipo de insultos. Uno entra a twitter y eso parece una batalla campal de improperios que van y vienen, algunos más virulentos que otros.
Estamos espantosamente divididos, triste y gravemente divididos, pero no
solo por culpa de los candidatos presidenciales; en especial, no es solo culpa
de Petro o de Uribe. No, ellos no son los únicos que nos dividen. Ellos
plantaron las semillas del odio, de la sordera y de la des-unidad, pero nosotros
nos hemos encargado de regarlas, alimentarlas y hacerlas crecer, cada vez más,
cada día con más pasión.
Estamos divididos porque es parte de nuestra cultura, desde Bolívar y Santander, la
que nos han inculcado desde hace muchos, muchos años. Una cultura desgastada en
la que solo existen buenos y malos, católicos o cristianos y todos los demás, ladrones y
honestos, conservadores y liberales, o, los de izquierda y los de derecha. Esta
es una mirada demasiado estrecha de nuestra inmensa riqueza como nación. Una riqueza compuesta
de una gran biodiversidad, pero también de indígenas sabios y afro descendientes cultos
y alegres, de mestizos diversos, pujantes y solidarios, de gente buena.
Somos mucho más que una ideología, que grupos categorizados según unos
adjetivos estigmatizadores. Tenemos la posibilidad de ser grandes, de hacer de
éste un país mejor, pero preferimos engarzarnos en peleas infinitas, en lugar
de construir. Así somos. Queremos a toda costa tener la razón y con frecuencia,
pase lo que pase, digan lo que nos digan, de ahí no nos movemos. Preferimos
nuestras razones a reflexionar sosegadamente, o peor aún, preferimos tener razón a los abrazos, a los besos, a las charlas intelectuales o a
una velada de guitarras y canciones entre amigos que piensan diferente. ¿Usted qué piensa?
En estos momentos de tanta tensión, no
vemos que cada persona, aunque no la conozcamos más que por sus “post”, es más
que eso, es decir, es más que una "ideología" o postura política que
se exacerba cada cuatro años. Cada persona es una historia que merece ser
contada y escuchada, no importa si es antiuribista o antipetrista… La historia
de cada uno tiene aristas más importantes, más bellas, más dicientes que esos
adjetivos de moda, que, por el significado que encierran, llaman más bien a encender una
guerra de pandillas, y no logramos ver que detrás de la máscara, de la rabia o del resentimiento, también hay alegrías y dolores.
Cualquier que salga elegido, lo más
seguro, es que nos decepcionará y, eso sí, segurísimo, habrá muchos
descontentos, otros a quienes les parecerá bien y celebrarán, y otros a los que
nada les importe. Quien quiera que salga elegido, montará finalmente el
"show" según las circunstancias, según sus deseos y siguiendo el
juego mezquino de la política (la política mal entendida). Quizá algunos más que
otros, pero todos son iguales, hasta que no se demuestre lo contrario.
Así que, propongo, ingenuamente, que en
lugar de esas etiquetas, nos pongamos todos la camiseta principal: la de ser orgullosamente Colombianos. ¿No sería
mejor?
Ahora bien, sin duda, debemos tomar un
decisión, cada uno la que crea más sensata; igualmente estamos llamados (todos
y todas) a participar en política, pero de manera proactiva y constructiva, desde
la perspectiva de una democracia relacional participativa, buscando crear
puentes en lugar de murallas.
Qué tal si mejor apostamos por la Concordia Nacional.
Busquemos los acuerdos, más que las diferencias. Y que Dios nos guie en este
momento decisivo de nuestra historia.
Los guerreros
El guerrero Los guerreros de nuestra patria ¿Por qué los mataron? Una pregunta sin respuestas. Lo cierto es que ya no están con nosotros....

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En medio del debate suscitado por las declaraciones de la congresista Susana Boreal, quien afirmó que los colegios son una forma de violenci...
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Colombia , una vez más, está sumida en la incertidumbre, la desazón y el miedo. Un joven perdido y excluido por la sociedad, de 14 años, al ...
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