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19 de noviembre de 2022
El arte de ser maestro hoy
Maestro - Escuela: Desafíos y Posibilidades
Autora: Maricel Salazar
*Comparto este texto reflexivo de mi estimada colega y amiga Maricel Salazar
Desde hace ya mucho tiempo la sociedad colombiana ha estado atravesando por situaciones que han generado cambios en las formas de ser, de pensar y de actuar. Y aunque el fenómeno se extrapola a nivel mundial, es bueno situarse en un contexto medianamente conocido para reflexionar, claro, sin pasar por alto las causas externas; pero con la seguridad de evaluar posibilidades sustanciales al tener la autoridad que me otorga el sólo hecho de pertenecer allí.
Y aunque la pandemia ha sido bien importante e influyente en el tema que quiero abordar, no es éste única causa de la inexorable reflexión que estamos llamados a hacer en torno a los desafíos y las posibilidades del maestro en estos tiempos. Aunque sí podría decirse que cambiar las aulas de clase presencial por espacios mediados por alguna tecnología, me permiten pensar en la escuela no como el lugar físico, sino más bien como un lugar determinado por un sin número de variables que definen una relación compleja entre sujetos; siendo los protagonistas: maestro(a)s-estudiantes.
Ya desde mucho tiempo atrás, a partir del auge de las tecnologías de la información y la comunicación, la sociedad viene transformándose a un ritmo apresurado. Las relaciones interpersonales, las necesidades básicas, las formas de consumo, las creencias, el acceso al conocimiento etc. parecen estar caracterizadas por la fluidez, por el desconocimiento del valor de uso y más bien por la exaltación y consumo de experiencias (Bauman, 2007).
Ante la inmediatez como una necesidad, la escuela tiene la posibilidad y la misión de actuar como desacelerador al introducir momentos de reflexión, contemplación y meditación. El maestro puede otorgar el tiempo para que esto ocurra, para que la opinión se transforme en una reflexión. (Meirieu, 2001).
La escuela como una muestra a pequeña escala de la sociedad, es en donde confluye la multiplicidad de cuerpos y mentes; y aunque si bien es cierto, no es el único lugar en donde de aprenden “cosas”, sí es un espacio (como ya lo he dicho, no necesariamente físico) en donde se tejen posibilidades para el futuro y está, en gran medida, en manos de los maestro(a)s direccionarlas.
Nótese que utilizo la palabra maestro(a) no indefinidamente, sino partiendo de las precisiones realizadas por Quiceno (2014). Según este autor, aunque docente, profesor y maestro son palabras que se suelen aludir indistintamente al mismo sujeto, hay importantes aclaraciones por hacer. Según este autor, el docente es definido por la universidad, por la facultad, y su papel obedece más al sistema de producción capitalista; en este sentido lo que “produce” en las mentes de sus estudiantes sirve de eslabón para la cadena mercantilista; al docente por lo tanto, poco le preocupa el cuidado, la reflexión, la corrección, los valores del “otro” que es el estudiante; a él le preocupa enseñar su disciplina. El profesor, por su cuenta es creado por las profesiones, garantiza su oficio a lo largo de su trayectoria, aunque no lo sienta, aunque no lo lleve en la sangre y en consonancia “crea” en el estudiante unas habilidades. Finalmente, el maestro, para quien educar es un arte, es quien reflexiona, evalúa su proceso, su materia prima, su producto, el contexto, el espacio sociocultural, cambia continuamente y asume su responsabilidad política (Quiceno Castrilón, 2014).
Hago esta aclaración porque para poder hablar de posibilidades, cada maestro(a) deberá reconocerse a sí mismo como lo que es y porque está donde está. Esto implica hacerse varias preguntas de autoreflexión: ¿quién es?; ¿cómo se define?; ¿qué busca con su profesión?; y otras preguntas que tengan que hacerse a fin de ubicarse ontológica y epistemológicamente. Sólo así, lo que se piensa, lo que se hace y lo que se dice estarán en el mismo plano y se asumirá conscientemente la posición política que este loable oficio requiere (Freire, 2002).
Y en este sentido, el pensarse como maestro(a) (sujeto cognoscente) implica también el reconocimiento del “otro”: el estudiante (sujeto conocido o por conocer). Es verdaderamente trascendente lo que implica saber escuchar la voz del otro; reconocerlo es que “su voz no desaparezca detrás de la del sujeto cognoscente, o sea tergiversada como consecuencia de la necesidad de traducirla de acuerdo con los códigos de las formas de conocer socialmente legitimadas” (Vasilachis, 2009, p. 17)
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