9 de junio de 2025

¿Cómo construir caminos de fraternidad?

Colombia, una vez más, está sumida en la incertidumbre, la desazón y el miedo. Un joven perdido y excluido por la sociedad, de 14 años, al parecer por dinero, apuntó un arma de fuego contra un candidato de apenas 39 años, esposo, hijo, padre, senador de la república y pre-candidato presidencial. En menos de un minuto la historia de nuestro país volvió a ser sacudida por la violencia política y ahora, nos ahogamos en las palabras virulentas e insulsas que culpan al que piensa distinto y al mismo tiempo expresan un deseo compulsivo  y frenético de querer encontrar al culpable, sin esperar a que la justicia haga su parte, sin pensar que un crimen así no se resuelve de la noche a la mañana. El eslabón que lleva al actor intelectual es complejo y quien quiera que sea ese, el que "dio la orden", seguramente planeó todo para que sea casi imposible dar con él, o con ella, o con ellos. Y, entre tanto, se desata el caos que es justamente lo que ellos quieren. Es muy probable que la idea la hayan fraguado entre varios.

¿Y entonces, qué hacemos ante este desolador panorama? Lo mejor, sería guardar silencio, detenernos, reflexionar sobre el cómo hemos llegado hasta aquí, y pensar en cómo salir de esta espiral y construir caminos de fraternidad. Pero para ello necesitaríamos madurar como individuos y como pueblo. No es una tarea fácil. Infortunadamente por el frenesí en que vivimos, crispados por la permanente polarización a través de la cual nos relacionamos diariamente, no podemos entender que la solución no está en la violencia, ni en querer tener (imponer) la razón, guiados por la idea de que "nosotros" sabemos bien cuál es el camino para construir un mejor país. No hemos entendido que somos una nación diversa, plural y multicultural como pocas, y que, en realidad, no todos soñamos con el mismo país, con el mismo tipo de presente, y mucho menos con el mismo tipo de futuro, pero si nos escucháramos, muy seguramente encontraríamos puntos en común y entenderíamos, y, hasta nos asombraríamos con la riqueza de nuestra diversidad.    

Sin embargo, como ha sucedido en otros momentos de nuestra desolada historia, los políticos y los medios, de lado y lado, buscan sacar provecho de la situación para su propio beneficio. Opiniones vienen y opiniones van. Cada uno enfatizando sobre su idea (en general hipótesis vagas) y, la mayoría (no todos), con argumentos insustanciales. Todo esto, por supuesto, no hace más que caldear los ánimos, de nuevo, por el deseo irracional de encontrar un culpable en tiempo récord, sin conocer todos los hechos. Se nos olvida que la justicia en Colombia, por desgracia, tiene en su haber un sinnúmero de casos sin resolver. No estoy diciendo con esto, que éste caso en particular no se resolverá, pero, aunque duela decirlo, me cuesta mucho creer que el Estado y sus entes fiscalizadores encontrarán pronto al actor o a los actores intelectuales. Ojalá me equivoque. 

Estoy convencido que este terrible atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay no ha sido por las ideas políticas. No, este crimen ha sido pensado, planeado y ejecutado por mentes oscuras con intereses políticos ruines y mezquinos, pero no por las ideas. No se trata de señalar si el autor intelectual es de derecha o de izquierda. Eso no soluciona el problema de fondo y esta perspectiva no hace más que ahondar la herida. Independientemente de la filiación política de los individuos que planearon todo, están seres humanos que no tienen corazón, ni alma, ni sentido de patria. Son seres humanos irracionales. Si algún día los encuentran, merecerían la cadena perpetua. Pero eso tampoco solucionaría los problemas de Colombia que son muchos y complejos. Entre tanto, ¿Qué hacemos los ciudadanos de a pie? Quizá, muy probablemente, aupados por los políticos de turno, y algunos fanáticos extremistas, seguiremos criticando y hablando mal del que piensa distinto. ¿Así vamos a construir un país en paz? Jamás. 

Pero no escribo aquí para alimentar la desesperanza. Quiero hacer todo lo contrario. Por eso, desde este pequeño rincón, invito a todas y a todos a guardar silencio, a no hablar sin pensar con calma, a preguntarnos: ¿Qué puedo hacer yo, desde ahora y desde donde me encuentro, por construir caminos de fraternidad? ¿Qué puedo hacer para no alimentar la polarización? ¿Qué puedo hacer para ejercer una política de la fraternidad? 

El sueño de un gran porcentaje de colombianos y colombianas es construir un país en paz, donde haya espacio para todos y todas. De eso no me cabe la menor duda. ¿Pero cómo hacerlo? Está claro que, hasta ahora, no hemos encontrado el camino. Todo lo contrario, seguimos en el túnel oscuro, alimentando la discordia, la injusticia y la violencia. No hemos aprendido de nuestra historia, seguimos anclados en viejas ideas, las mismas que nos han traído a donde estamos ahora. Y algunos, hay que decirlo, solo quieren preservar el status quo, su poder económico y político. Entre nosotros ha habido algunos héroes y políticos sensatos, pero no los hemos escuchado y a muchos, incluso, los han matado. Me duele tanto, esta Colombia mía.

Necesitamos desaprender, descolonizar imaginarios, repensar un país distinto, una forma diferente de relacionarnos, aceptar que somos diferentes y que no tenemos por qué pensar todos de la misma manera, que todos tenemos sueños distintos, pero si lográramos abrir espacio, en nuestro corazón, al Amor, al Coraje y a la Esperanza, quizá podamos empezar a escucharnos y, por fin, un día, no muy lejano, depongamos las armas (incluyendo las palabras hirientes) y sepamos ser hermanos, hijos de una misma patria, una patria diversa, multicolor y multicultural en la que, de verdad, haya espacio para todos, comida para todos, oportunidades para todos.  


¿Qué puedo hacer yo, desde ahora y desde donde me encuentro, por construir caminos de fraternidad? 

¿Qué puedo hacer para no alimentar la polarización? 

¿Qué puedo hacer para ejercer una política de la fraternidad?



 


  

   

6 de abril de 2025

El país político, ¿sin remedio?

El gobierno de Gustavo Petro ha intentado, infructuosamente, presentar varias reformas (en especial la laboral y la de salud) que han sido desestimadas por el Congreso sin apenas dar un debate serio sobre las mismas.

Sobre estos hechos hay, básicamente dos posturas contrapuestas. En palabras muy simples, para quienes se clasifican de derecha, las reformas, como están planteadas, significan un retroceso o, al menos, no benefician a los ciudadanos como el gobierno promete y archivarlas, según ellos, es la mejor alternativa posible. Y para quienes se consideran de izquierdas, estos hechos -el "bloqueo" a las reformas-, son una afrenta no solo al primer gobierno progresista de Colombia, sino ante todo una afrenta al pueblo mismo. 

Infortunadamente las dos posturas carecen de argumentos. Quienes defienden una u otra acción lo hacen desde una perspectiva puramente ideológica y más llevados por las emociones que por la razón. Al menos en lo que he visto no hay argumentos contundentes, ni de un lado, ni del otro. ¿Entre todos los ciudadanos que opinan, qué tanto han leído las reformas a fondo? Mmm 

¿Quién tiene la razón? En principio uno podría decir que alguna de las posturas debe estar incorrecta. Sin embargo, eso no es tan sencillo de discernir. 

Desde mi perspectiva la reforma laboral tiene aspectos positivos y otros negativos que perfectamente se pueden discutir. ¿Por qué hundirla sin dar espacio a una discusión artículo por artículo? No todo lo que se propone es bueno, pero tampoco todo es malo. La reforma es necesaria y debe buscar el bienestar de los trabajadores, pero también unas condiciones óptimas que les permitan a las empresas obtener ganancias y generar más empleo. Buscar un justo equilibrio y disminuir la brecha entre ricos y pobres, que en Colombia sigue siendo escandalosa. 

En cuanto a la reforma a la salud, ésta no da espera. La situación es crítica. Infortunadamente priman los intereses políticos y económicos sobre la salud de los colombianos. Esto es inadmisible, pero es la cruda realidad. La corrupción en las EPS es un problema que viene prácticamente desde su creación misma y, al parecer, solo en este gobierno se ha intentado poner freno a tal despropósito. Sin embargo, ¿lo está haciendo de la manera apropiada? El león estaba medio dormido y ahora que lo están agazapando, ruge con fuerza y no se quiere dar por vencido. A los dueños de las EPS se les acabó la juerga. Pero, ¿de verdad el gobierno no puede hacer nada para estabilizar el sistema? Es verdad que hay que atacar la corrupción y más en algo tan delicado como el tema de la salud, pero es necesario dar soluciones efectivas y en eso el gobierno ha fallado estrepitosamente. Es cierto que está luchando contra el león enfurecido de la oligarquía Colombiana, pero no puede ser que deje morir al pueblo que dice defender, sin plantear soluciones y mejorar el sistema. Antes de acabar con lo que funcionaba medianamente bien, debería proponer un sistema que funcionara mejor que el anterior. Aunque nadie niega la corrupción que hay al interior de esas entidades, tampoco podemos negar que hasta el 2022 el sistema respondía, mal que bien, a las necesidades de sus usuarios. Había cosas por mejorar, por supuesto que sí, pero la situación hoy es realmente crítica. Conseguir los medicamentos es todo un calvario, mucho más que antes. Y en medio del caos no se ven soluciones. Todo se reduce a echarle la culpa al otro... Unos hablan mal de los oligarcas y los otros del gobierno. Y mientras tanto, la gente se está muriendo. Literalmente. 

Señores, ¡necesitamos soluciones! y las necesitamos ya. 







  



23 de marzo de 2025

Fragmentos

La noticia

La noticia lo dejó helado y sin palabras. Colgó el teléfono como si fuera un autómata. En pocos segundos su vida quedó suspendida, sus proyectos se desmoronaron y el futuro se antojaba más indescifrable que nunca. En ese momento miró por la ventana y vio en el árbol a un pequeño pajarito que acababa de nacer. De repente, sintió como si una esperanza tenue empezara a surgir desde algún rincón de su alma escondida. 


La idea 

La idea que se fue estuvo presente unos segundos en algún lugar de mi mente, de mis pensamientos, pero se escapó en un abrir y cerrar de ojos y nunca más volvió. Jamás verá la luz. Y era buena, pero ningún papel, ni un blog, ni una pantalla la conocerán. No habrá ojos que la lean atentamente, ni mentes inquietas que la valoren o la critiquen. Estuvo ahí, lo juro, pero ya no está y no he logrado traerla de vuelta. 


La cerradura 

La cerradura está siempre lista a hacer lo que se le pida, por supuesto, pero eso tiene tanto de bueno como de malo. Uno a veces actúa sin pensar o el otro, el que la abre o la cierra no piensa mucho en la consecuencia de sus actos. A veces en lugar de encerrar, se necesita que esté presta para abrir, como cuando la dama de cuarenta y tres años se desmayó dentro del cuarto y fue necesario derribar la puerta y aún así no pudieron salvarla. En cambio al caballero aquel se le olvidó cerrarla cuando se disponía a conquistar a su amada y fueron interrumpidos por la querida señora de los tintos. La cerradura está hecha, sobre todo, para dar seguridad, pero no siempre cumple ese cometido. Con los avances tecnológicos quizá muy pronto aparezcan chapas inteligentes que se abran aunque estén cerradas y viceversa, según las circunstancias.  

5 de enero de 2025

¿Quo vadis?

Mientras camina, balbucea algunas palabras inteligibles porque, a pesar de haber tantas, no encuentra aquellas que le permitan decir lo que ahora siente, ese deseo confuso de ser alguien, de salir de donde ha estado por tanto tiempo. ¿O quizá, ya sea lo que debe ser y no lo quiere aceptar? Esta ahogado en un mar de preguntas imprecisas. ¿Cómo encontrar el camino que lo lleve a su destino verdadero si no está seguro de cuál es, exactamente? Desde hace muchos años se dejó llevar por la corriente y ahora no sabe para donde va. Verse sumergido en la multitud no hace más que acrecentar su sentimiento de soledad y frustración. 

No se trata de ser conocido, admirado, querido, amado, se trata simplemente de sentir que la vida ha valido la pena ser vivida, que se puede dejar una huella. 






29 de noviembre de 2024

Educar no es sinónimo de adoctrinar

En medio del debate suscitado por las declaraciones de la congresista Susana Boreal, quien afirmó que los colegios son una forma de violencia y un medio para adoctrinar a los más pequeños, cabe preguntarse, como ya algunos lo han hecho, sobre la calidad de la educación en Colombia.

Sin embargo, antes de entrar de lleno en este álgido tema, no está de más aclarar si educar es lo mismo que adoctrinar. Aunque las palabras de Boreal, dichas con tono de niña yupi, resultan bastante chocantes, y lo son, de todas maneras le debemos aplaudir que ha sacado a la luz un tema trascendental: ¿Cuál es el papel de la educación -en Colombia-, para forjar una mejor sociedad?

Se dice con mucha frecuencia que la base para el progreso de cualquier sociedad es la educación. No obstante, cabría preguntarse: ¿Qué tipo de educación es aquella que impulsa un progreso sostenible y justo para una determinada sociedad? Responder a esta pregunta no es algo sencillo entre otros motivos porque no hay una respuesta única, y mucho menos una respuesta “correcta”. En cualquier caso, como lo señaló recientemente el maestro Daniel Jover Torregrosa (2024), la educación es el mejor camino conocido para hacer de cada uno de nosotros ciudadanos libres y responsables. Es más, autores tan reconocidos como Martha Nusbaum y Amartya Sen, han afirmado que la educación es una necesidad básica de todo ser humano porque acceder a ella genera bienestar y además juega un papel esencial en la vida de cualquier persona, sobre todo, porque ella le brinda, a cada quien, la posibilidad de desarrollar sus diversas capacidades (Terzi, 2007). Esto está en concordancia con los planteamientos del gran pedagogo Paulo Freire con respecto a la educación, quien, entre otras muchas cosas dijo que "La educación no cambia el mundo, pero cambia a las personas que cambian el mundo". También llegó a afirmar en varias ocasiones que "la Educación es libertad". A propósito, ¿será que la senadora yupi-Boreal lo habrá leído? Vaya uno a saber. Como quiera que sea, se infiere de estos primeros planteamientos que educar no es lo mismo que adoctrinar.


 

Dos elementos claves que conforman la misión de la educación, en Colombia y en cualquier país del mundo, son: incentivar la creatividad y fomentar el pensamiento crítico. Aunque en esto, reconozco que las educadoras y los educadores fallamos cada tanto, eso no quiere decir que erremos todas las veces y que en once o trece años de vida escolar nunca hagamos algo al respecto. En realidad si se hace y cada vez más. Lo digo con conocimiento de causa. Por supuesto, hay mucho por mejorar todavía, pero me atrevería a decir que vamos por buen camino. De hecho, hay evidencias de experiencias positivas que se desarrollan a diario en varios establecimientos educativos, públicos y privados, de nuestro país que así lo confirman.

Que la educación en Colombia necesita mejoras sustanciales, eso nadie lo discute, pero eso es una cosa y otra muy distinta es tener la osadía de afirmar que no deberíamos "obligar" a los niños a ir al colegio. El ser humano necesita disciplina para forjar su carácter y para construir su pensamiento y para ello necesita una guía, unos maestros que lo orienten en ese proceso. De ahí la importancia de la escuela y, por supuesto, de la familia. Educar es un arte, quizá uno de los más complejos. Educar y formar espíritus críticos que luego sean capaces de transformar la sociedad en la que viven es una tarea compleja que requiere sabiduría, paciencia, equilibrio y disciplina. Una disciplina marcada por el amor. Esto es fundamental. Aquí de nuevo, vale la pena traer a colación a Paulo Freire, quien afirmó que "la educación es un acto de amor, por tanto un acto de valor". En síntesis, la educación es absolutamente necesaria y educar, en su sentido más profundo, definitivamente no es lo mismo que adoctrinar; por el contrario, es cultivar, es enseñar a remar, enseñar a tomar decisiones, enseñar a dudar, es enseñar a volar. Adoctrinar, en cambio, es cerrar ventanas, achicar horizontes, cortar las alas, obligar a enfocar el pensamiento en una sola dirección. 

Si bien es cierto que hay una línea muy delgada entre educar y adoctrinar, pienso y lo sostengo, a sabiendas de que seré criticado por muchos, que los que usualmente más traspasan esa línea son justamente los socialistas -y mucho más los comunistas- quienes terminan imponiendo sus ideas en nombre de la libertad y la igualdad. Cabe decir aquí, que tanto la izquierda como la derecha, en todas las latitudes, han olvidado el tercer eje de la revolución francesa, esto es, la fraternidad. Mientras no lo incorporen a sus políticas de estado, difícilmente alcanzarán un nivel aceptable de libertad y de igualdad. Esto, sin duda, daría para otro debate de varias horas y no es mi intención, por ahora, profundizar en ello.

Entonces, ¿Qué aspectos primordiales debemos mejorar en nuestro sistema educativo? A mi modo de ver hay, al menos, cuatro aspectos esenciales sobre los que debemos trabajar: a) el número de alumnos por aula no debería ser superior a veinte (idealmente 20, máximo 25); b) las niñas y los niños de preescolar no deberían entran antes de las 8 de la mañana; c) ningún colegio y ninguna escuela debería empezar clases antes de las 7 de la mañana; d) deberían abolirse los famosos mega-colegios, mientras más pequeña sea la comunidad educativa, tanto mejor para la efectividad de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Por supuesto, estos elementos no son los únicos que deben entrar en el debate sobre cómo mejorar el sistema educativo en Colombia. Hay otros que también son importantes, pero no me detendré ahora mismo en esas consideraciones. No es el espacio, ni el momento. Solo cabe subrayar una vez más que educar no es lo mismo que adoctrinar, que la educación es necesaria para la formación de cualquier ser humano y por ende, los colegios son necesarios y fundamentales en la dinámica de una sociedad libre y democrática que funcione dentro de un estado social de derecho. 

En lugar de centrarnos solo en lo negativo, que parece ser, a veces, el deporte favorito del pacto histórico y en general, de la extrema izquierda, procuremos ver e indagar sobre los aspectos positivos de la educación en Colombia, luego hacer un análisis holístico, integral y objetivo de la situación actual, y partir de ahí para plantear soluciones. Eso sí, es primordial que el análisis y las políticas que puedan surgir de ahí, sea un proceso liderado por expertos en educación. 

Jaime Borda Valderrama
Doctor en Ciencias Sociales
Un continuo aprendiz.
*Docente de matemáticas, inglés, redacción y metodología de la investigación
*Asesor de proyectos/tesis de grado 




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