La noticia
La noticia lo dejó helado y sin palabras. Colgó el teléfono como si fuera un autómata. En pocos segundos su vida quedó suspendida, sus proyectos se desmoronaron y el futuro se antojaba más indescifrable que nunca. En ese momento miró por la ventana y vio en el árbol a un pequeño pajarito que acababa de nacer. De repente, sintió como si una esperanza tenue empezara a surgir desde algún rincón de su alma escondida.
La idea
La idea que se fue estuvo presente unos segundos en algún lugar de mi mente, de mis pensamientos, pero se escapó en un abrir y cerrar de ojos y nunca más volvió. Jamás verá la luz. Y era buena, pero ningún papel, ni un blog, ni una pantalla la conocerán. No habrá ojos que la lean atentamente, ni mentes inquietas que la valoren o la critiquen. Estuvo ahí, lo juro, pero ya no está y no he logrado traerla de vuelta.
La cerradura
La cerradura está siempre lista a hacer lo que se le pida, por supuesto, pero eso tiene tanto de bueno como de malo. Uno a veces actúa sin pensar o el otro, el que la abre o la cierra no piensa mucho en la consecuencia de sus actos. A veces en lugar de encerrar, se necesita que esté presta para abrir, como cuando la dama de cuarenta y tres años se desmayó dentro del cuarto y fue necesario derribar la puerta y aún así no pudieron salvarla. En cambio al caballero aquel se le olvidó cerrarla cuando se disponía a conquistar a su amada y fueron interrumpidos por la querida señora de los tintos. La cerradura está hecha, sobre todo, para dar seguridad, pero no siempre cumple ese cometido. Con los avances tecnológicos quizá muy pronto aparezcan chapas inteligentes que se abran aunque estén cerradas y viceversa, según las circunstancias.